La Vanguardia

Lobos rondan a Cifuentes

La confesión de Granados y la pugna entre PP y Cs complican el futuro del Gobierno regional madrileño

- PEDRO VALLÍN

Lezo y Púnica apuntan a epílogo de una era política en Madrid cuyo prólogo fue un infausto episodio de traición conocido como el tamayazo, que hizo presidenta a Esperanza Aguirre y lanzó la región a los días de vino y rosas. Francisco Granados, ex número dos de Aguirre, ha constatado con su incendiari­o testimonio, cargado de bilis y tal vez de verdad, que el cortafuego­s Cristina Cifuentes se recalienta. Se sospechaba desde que estalló el caso Lezo –sobre el Canal de Isabel II– y poco después se supo que la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil quiere imputar a Cifuentes por la adjudicaci­ón de la cafetería de la Asamblea de Madrid al ubicuo hostelero Arturo Fernández (exconsejer­o de Bankia, expresiden­te de la patronal madrileña y exvicepres­idente de la CEOE). Turbomadri­d tiene asma. Quizás, enfisema.

Cuando ya se barruntaba que los gobiernos madrileños tenían más batracios que un manglar, por usar la feliz metáfora de Aguirre, Cifuentes se propuso a sí misma como bálsamo, bandera de un PP amable y limpio para el siglo XXI. La amabilidad se torció con la escasa urbanidad de su guardia de corps durante la moción de censura de Lorena Ruiz Huerta, en la que ella calló. La marca política de Cifuentes –ideada, se cuenta en la villa, por su sagaz jefa de gabinete, Marisa González Casado– está construida sobre la tolerancia cero con la corrupción, de ahí que cualquier sombra de sospecha pueda ser funesta. Sobre el blanco nuclear, hasta una mota mancha. En el camino para construir esa identidad, Cifuentes sacrificó muchos puentes con el aparato de su partido. No parece que, si tropieza, Génova vaya a movilizar a la UME para rescatarla.

La elevación de la temperatur­a entre el PP y Ciudadanos es también una mala noticia para la presidenta madrileña, porque una imputación en teoría le valdría el fin del apoyo de los naranjas en la asamblea. PP y Cs suman 65 diputados, mientras que PSOE y Podemos tienen 64. Y la ventana de oportunida­d de Ciudadanos lo es también para Podemos. Íñigo Errejón quiere postularse en las primarias de su partido y cuenta con el apoyo de su sector y el del secretario general, Pablo Iglesias. Si se logra un acuerdo para que Manuela Carmena repita como candidata a la alcaldía, pretensión que está resultando un encaje de bolillos, el ticket Carmena-Errejón podría ser un cohete. Entre tanto, el joven politólogo vela armas.

Ciudadanos aún no ha decidido

La competició­n entre PP y Cs es una mala noticia para Cifuentes, a la que la UCO quiere ver imputada

su candidato y aunque va lanzado en las encuestas, necesitará un cartel potente para frenar a Errejón, que es simpático más allá de las lindes políticas y urbanas de su propio partido. Ignacio Aguado es un portavoz solvente, pero está por ver si es piloto para el Ferrari que los sondeos dicen que es ya Ciudadanos.

El PSOE es una incógnita. Ángel Gabilondo ha resultado, como se esperaba, un líder sólido, pero ni siquiera es seguro que repita. En todo caso puede disponer pronto de dos mayorías con las que sumar.

Los tres grupos de oposición miden tiempos. La pérdida de la buena estrella de Cifuentes los tiene con las orejas tiesas. Un movimiento de la fiscalía y sonará el silbato.

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EMILIA GUTIÉRREZ Dolores de Cospedal, Mariano Rajoy y Cristina Cifuentes, en la reunión del PP del pasado lunes

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