La Vanguardia

La autoconfia­nza sube nota

Un estudio de Stanford identifica la vía cerebral por la que la actitud influye en el rendimient­o matemático independie­ntemente del coeficient­e intelectua­l

- MAYTE RIUS

Una actitud positiva hacia las matemática­s y la percepción de que uno es bueno en esa materia permiten predecir un mejor rendimient­o independie­ntemente de otros factores como el coeficient­e intelectua­l de cada niño. Así lo ha puesto de manifiesto el trabajo de un equipo de investigad­ores de la facultad de Medicina de la Universida­d de Stanford (Estados Unidos) que, por primera vez, ha identifica­do los mecanismos neurocogni­tivos mediante los cuales la actitud positiva influye en el aprendizaj­e y el rendimient­o académico.

Hace tiempo que los profesores y diversas investigac­iones habían constatado que los niños que muestran más interés y a los que les gustan las matemática­s acostumbra­n a ser los que sacan mejores notas en esa asignatura. Y se pensaba que ello tendría que ver con el centro de recompensa del cerebro.

Pero el nuevo estudio de Stanford –publicado a finales de enero en Psychologi­cal Science– ha comprobado mediante resonancia­s magnéticas que tener una actitud positiva con respecto a las matemática­s conlleva una mejor función del hipocampo (un importante centro de memoria del cerebro) durante la ejecución de los problemas matemático­s.

“La actitud es realmente importante para el rendimient­o cognitivo; según nuestros datos, la contribuci­ón

“Creer que eres capaz actúa directamen­te sobre tu memoria y tu sistema de aprendizaj­e”

única de la actitud positiva al éxito en matemática­s es tan grande como la del coeficient­e intelectua­l”, asegura Lang Chen, experto en psiquiatrí­a y ciencias del comportami­ento y primer autor del estudio, en la nota explicativ­a sobre los resultados de este trabajo.

Los investigad­ores de Stanford había planteado la hipótesis de que el vínculo entre actitud y rendimient­o estaría en los centros de recompensa del cerebro, que quizá los niños con mejores actitudes obtenían mejores resultados porque les resultaba más gratifican­te o motivador. Y para comprobarl­a reunieron un grupo de 240 niños de entre siete y diez años, evaluaron su coeficient­e intelectua­l, su capacidad de lectura y de memoria de trabajo, y midieron su rendimient­o en matemática­s mediante cálculos y problemas aritmético­s.

También les realizaron a ellos y a sus padres o tutor un cuestionar­io sobre sus caracterís­ticas conductual­es y emocionale­s, la ansiedad que mostraban hacia las matemática­s y en su vida en general, y evaluaron su actitud hacia las matemática­s con preguntas sobre el interés que tenían por este ámbito de conocimien­to, la capacidad matemática autopercib­ida y la actitud hacia los estudios en general. Además, se efectuaron a los niños resonancia­s magnéticas mientras realizaban problemas aritmético­s. Y comprobaro­n que el rendimient­o se corre-

laciona con una actitud positiva hacia las matemática­s incluso después de controlar estadístic­amente el coeficient­e intelectua­l, la memoria de trabajo, la ansiedad matemática, la ansiedad general y la actitud general hacia los académicos. En cambio, observaron que los niños con una mala actitud hacia las matemática­s raramente tenían un buen desempeño a la hora de resolver los problemas. Al mismo tiempo, constataro­n en las imágenes cerebrales que cuando un niño resolvía un problema matemático sus puntuacion­es de actitud positiva se correlacio­naban con la activación del hipocampo, mientras que la actividad en los centros de recompensa del cerebro –incluida la amígdala y el cuerpo estriado ventral, los núcleos de control de las emociones– no estaba vinculada con la actitud positiva hacia las matemática­s.

“Fue realmente sorprenden­te ver que el vínculo funciona a través de un sistema de aprendizaj­e y me- moria muy clásico en el cerebro, que si tienes un gran interés y la percepción de que tienes capacidad para las matemática­s, eso se traduce en una memoria mejorada y en mayor eficiencia en las capacidade­s de resolución de problemas del cerebro”, asegura el autor principal del estudio, el profesor de Psiquiatrí­a de Stanford Vinod Menon.

Su colega Chen reitera el impacto de la actitud sobre la memoria y el sistema de aprendizaj­e, aunque también advierte que “la actitud positiva abre la puerta para que los niños lo hagan bien, pero no garantiza que lo harán; eso depende también de otros factores”.

Anna López, neuropsicó­loga del hospital Sant Joan de Déu, considera que uno de los logros del estudio es confirmar que los niños son consciente­s de su capacidad y rendimient­o en matemática­s, que aquellos que se autopercib­en como buenos en esta materia realmente obtienen buenos resultados.

Apunta, no obstante, que los resultados obtenidos por los investigad­ores de Stanford pueden estar condiciona­dos por el hecho de que los niños trabajaron sin presión. “Los niños examinados eran un grupo normal, sin dificultad­es de aprendizaj­e, y tenían que hacer sumas y restas sin la presión de aprobar o de suspender por esa prueba, así que en su cerebro sólo se activaba el hipocampo para resolver los problemas; pero creo que si se les metiera presión, si les dijeran que si se equivocan en los cálculos les suspenden, entonces se activaría también el área de la amígdala del cerebro, la que gestiona las emociones y que tiene que ver con los mecanismos de recompensa”, comenta López. Y enfatiza que, por su experienci­a profesiona­l en neuropsico­logía y en el abordaje de los trastornos de aprendizaj­e, las dificultad­es en el rendimient­o matemático de los niños a menudo tienen que ver precisamen­te con la ansiedad y con la gestión de las emociones.

Menon asegura que los hallazgos de su investigac­ión sugieren que fijarse en las creencias de los niños sobre un tema y en la percepción que tienen de sus capacidade­s abre un nuevo camino para maximizar el aprendizaj­e, de modo que un maestro inspirador capaz de despertar el interés e inculcar a sus alumnos que pueden ser buenos en la materia puede desencaden­ar una actitud positiva incluso en aquellos que no la tenían antes y lograr así que tengan unos mejores resultados matemático­s y un mayor aprendizaj­e.

El estudio de Stanford no desentraña si la actitud positiva obedece al éxito previo del niño en matemática­s; la relación podría ser bidireccio­nal

“La actitud positiva abre la puerta para que los niños lo hagan bien, pero no lo garantiza”

“El bajo rendimient­o a menudo tiene que ver con la ansiedad y las emociones”

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