Convertir lo abstracto en experimental
Hace tiempo que los profesores saben que la actitud positiva y el percibirse como capaz influyen en los resultados de sus alumnos y que, por tanto, una de las claves para que aprendan matemáticas es hacerlas atractivas, así que son muchos los que están experimentando nuevas formas de enseñarlas.
Los expertos en didáctica advierten que no se trata de presentar las matemáticas de forma lúdica o con juegos para que los niños se lo pasen bien, sino de hacer visible su utilidad, su presencia y su relevancia en la vida diaria para que los estudiantes alcancen conceptos matemáticos de alto nivel entendiéndolos y sabiendo aplicarlos, porque eso es lo que realmente atrapa y motiva.
Aseguran que para ello hay que cambiar la forma de dar las clases de matemáticas, sustituyendo las explicaciones teóricas por la experimentación y por la visualización, cambiando el concepto de “clase de matemáticas” por el de “laboratorio de matemáticas”, en palabras de Lluís Mora, profesor y representante de Feemcat (Federació d’Entitats per a l’Ensenyament de les Matemàtiques a Catalunya), institución que impulsa iniciativas para mejorar la enseñanza de las matemáticas.
Pero esta transformación pasa también por mejorar la formación de los maestros y profesores, tanto en el dominio de contenidos como en el uso de nuevos recursos didácticos y formas de organizar la clase, según explica Carme Burgués, especialista en didáctica matemática que forma a futuros maestros en la Universitat de Barcelona y también recicla a los que ya están trabajando a través del programa AraMat, que impulsa el Departament d’Ensenyament de la Generalitat.
VISUALIZACIÓN.
Burgués asegura que una de las claves para mejorar el aprendizaje de las matemáticas y hacerlas más atractivas es convertirlas en algo “visible”, ya sea a través de objetos, fotografías, vídeos, juegos, esquemas... “Hay mucha investigación que demuestra que la visualización –por ejemplo representar la multiplicación de dos números como un rectángulo cuadriculado– contribuye a la comprensión profunda, a reconocer un concepto y ser capaz de aplicarlo”, apunta.
Lluís Mora enfatiza que se trata de plantear la clase como si fuera un taller donde los problemas se resuelven con materiales manipulables, haciendo preguntas, hipótesis y comprobaciones para extraer las conclusiones, porque de esa manera no sólo se “visualizan” las matemáticas sino que al mismo tiempo la experimentación y la manipulación hacen que se interesen por las matemáticas quienes normalmente dicen que no les gustan, y además se aprende a relacionarlas con otros conocimientos. A modo de ejemplo comentan que un concepto tan abstracto como la probabilidad puede trabajarse fácilmente con dados, cartas o monedas tanto en primaria como en la ESO o en bachillerato con sólo cambiar las preguntas planteadas.
ACTIVIDADES ABIERTAS.
Explican Burgués y Mora que esta forma de trabajar las matemáticas requiere abandonar las tareas rutinarias y plantear actividades abiertas y creativas que posibiliten diversos enfoques y múltiples soluciones para que todos los alumnos puedan avanzar, aunque no todos lleguen al mismo resultado. “Para ello es imprescindible que el maestro sepa conducir la clase mediante preguntas, no dando información, para que cada niño pueda ir solventando el problema según sus recursos, con retos diferenciados y cada vez más elevados para que los que tienen más potencial no se aburran”, dice Burgués.
TRABAJO EN GRUPO.
Otra de las claves, según los expertos, es combinar a los alumnos para que trabajen en pequeños grupos, fomentar la discusión y el debate y crear un ambiente de resolución de problemas en el que estén admitidas todas las aportaciones, incluidos los errores, porque esa diversidad permite potenciar el conocimiento.