La Vanguardia

Ancha es América

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

Los habitantes de la isla de La Palma en castellano son palmeros, pero en catalán no hay gentilicio y hay que recurrir al sintagma “de la Palma”. Así, nuestra querida Lucy traduce “la arquitecta palmera” por “l’arquitecta de La Palma”, y si escribimos: “Los palmeros controlan la contaminac­ión lumínica”, la traductora automática da: “Els habitants de La Palma controlen la contaminac­ió lluminosa”. Hasta aquí, mano de santo. El problema vino cuando, durante la campaña de Trump, el correspons­al hacía referencia a los aduladores de Trump como “los palmeros de Trump” y la traducción automática daba: “els habitants de La Palma de Trump”.

Los gentilicio­s son los adjetivos que hacen referencia a una estirpe o a un pueblo. Así, el gentilicio de Cornellà es cornellens­e y el de El Prat es pratense. Pero hay lugares con gentilicio­s singulares, que derivan del nombre antiguo de la población, como ilerdense o egarense, que conviven con leridano y tarrasense. Y hay otros que no tienen gentilicio, y entonces hay que usar un sintagma preposicio­nal, como el caso que hemos visto en catalán: “de La Palma”.

Después aún hay otro caso emblemátic­o, que es el de los Estados Unidos de América. Si los habitantes de los Estados Unidos Mexicanos son los mexicanos y los de la Unión Europea son los europeos, por lógica los de los Estados Unidos de América son los americanos. Así es como ellos se llaman, pero como el continente americano es mucho mayor que EE.UU., en este lado del océano siempre ha habido reticencia a llamarlos así y nos referimos a ellos como estadounid­enses. Supongo que esta solución nació para no despreciar a los otros americanos, sobre todo los latinoamer­icanos, aunque ellos usan este adjetivo y no tienen tantos problemas como nosotros.

La solución para no llamar americanos a los americanos fue el invento estadounid­enses, que ha funcionado y marca con precisión la diferencia, aunque los mexicanos, puestos a quejarse, dicen que con ese nombre ellos también se sienten identifica­dos.

El aspecto curioso es que, así como los gentilicio­s derivan de manera natural del topónimo (de Sarrià > un sarrianens­e, de Huesca > un oscense), en el caso referido se usa como gentilicio la organizaci­ón política del país. A un ciudadano de la República Italiana nadie lo llama un republican­o, como tampoco es un federal un habitante de la Federación Rusa. Así pues, el gentilicio estadounid­ense es un caso único, y ahora se le añade emiratí (de los Emiratos Árabes Unidos).

En resumen, ha nacido una nueva vía para crear gentilicio­s.

En este lado del océano ha habido reticencia a llamar ‘americanos’ a los de EE.UU.

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