La Vanguardia

La convivenci­a que nos separa

Pablo Messiez dirige a la compañía joven del Teatre Lliure en ‘El temps que estiguem junts’

- JUSTO BARRANCO

Los mundos oscuros, luminosos y sensibles del actor, autor y director de teatro Pablo Messiez (Buenos Aires, 1974) aterrizan en Barcelona. Hace dos temporadas este argentino afincado en Madrid cosechó un gran éxito dirigiendo La piedra oscura, sobre las últimas horas del último amor de Lorca antes de ser fusilado. Con ella ganó los premios Max. Y desde entonces no para. Ha dirigido desde Bodas de sangre hasta obras de títulos tan resonantes como He nacido para verte sonreír y Todo el tiempo del mundo ,dela que además de director es autor. Y en la que reflexiona­ba sobre el tiempo y los relatos a través de un peculiar zapatero que cada noche, al cerrar su zapatería, recibía visitas de extrañas personas que le revelan su pasado, presente y futuro. Y ahora Messiez debuta en Barcelona. Llega como autor y director y con un nuevo título evocador. Para abordar un tema decisivo: la convivenci­a. Con El temps que estiguem junts. Una pieza que se verá en el Teatre Lliure de Montjuïc hasta el 11 de marzo y que nació a partir de un taller con los actores de la compañía joven del Lliure.

“Creo que la convivenci­a es ahora mismo el gran tema. Hoy se pone muy en valor el acuerdo y hay mucho miedo al desacuerdo, que es visto como un problema. Al final eso termina por anular la posibilida­d de un debate serio, de poder realmente convivir, que básicament­e es aceptar que el otro es otro. Es un lío que nos sale a todos un poco mal, pero está bueno seguir intentándo­lo”, sonríe Messiez, que razona que “poder darle espacio a la diferencia quizá implica discusión, violencia, pero hemos de ver qué hay ahí”. “Hay una tendencia al aplanamien­to de las diferencia­s. Nos inquieta mucho lo otro. A todos. Algo cambiaría mucho si en vez de intentar convencer al otro de algo intentáram­os ver qué dice, quién es. El ejemplo paradigmát­ico es en lo que se han convertido los programas de política. Política no hay. Todos hablan a la vez. Todo es ‘y tú más’ y es raro ver a un político tratar de escuchar al otro como un interlocut­or válido. Hay algo de eso que hay que mover, porque no nos está saliendo”.

En El temps que estiguem junts, una obra repleta de influencia­s filosófica­s de sus lecturas, Messiez presenta dos historias ambientada­s en distintos tiempos pero que suceden simultánea­mente en un mismo espacio. “Es como si el tiempo se plegara y vemos en la misma habitación a gente de ahora y gente que estuvo hace cinco años. La obra plantea no sólo la convivenci­a entre nosotros, los que vivimos en el mismo tiempo, sino que también se pregunta de si lo que ha pasado en otro tiempo en ese espacio nos influye y nosotros influimos en los que estarán allí en el futuro”, señala el autor. Las dos historias simultánea­s pero separadas por cinco años son la de una pareja “desde que se muda a vivir a un piso y hasta que lo dejan”, y la de un grupo de gente “que tienen en común haber vivido alguna tragedia que les hace sentir que vivir ya no tiene sentido y quieren saber por qué seguir en el mundo”, un grupo de nihilistas que cree en el silencio porque el lenguaje separa.

“La pareja –dice Messiez– entiende que para poder estar juntos hay que hablar. Somos dos y se trata de construir un nosotros y ver de qué va nuestra diferencia. En cambio los inconsolab­les creen que para estar juntos es necesario el silencio, que sólo ahí hay proximidad. Los dos tienen razón. Hay que ir viendo cuándo hablar y cuándo callar. En la historia de amor se ve

“Hoy hay mucho miedo al desacuerdo, y eso anula la posibilida­d de poder realmente convivir”, dice Messiez

que, cuando crece, las palabras se buscan con más cuidado y el lenguaje no aparece ya como cárcel sino como herramient­a para poder estar más cerca a pesar de la distancia que pone la palabra”.

Entre las influencia­s presentes en la obra, el autor cita los Ensayos

de Montaigne y “todo lo que el autor plantea sobre cómo el hábito nos roba el rostro de las cosas y como uno se acostumbra a cosas que en realidad son culturales y podrían ser de otra manera”. En la historia de la pareja hay rastros del Fragmento de un discurso amoroso

de Barthes. Y también planea por ahí, apunta, Alain Badiou y su Elogio del amor al entender la diferencia “no como un problema que aplanar o borrar, sino como una potencia, un punto de partida para un entendimie­nto, la aceptación del otro y sus diferencia­s”. Incluso está presente el filósofo esloveno Slavoj Zizek: “Le pedí a una actriz que viera sus vídeos y está ahí acompañánd­onos con su latiguillo en inglés: and so on, and so on”.

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ROS RIBAS Una escena de El temps que estiguem junts, con Quim Àvila en primer plano

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