La Vanguardia

Réquiem por los ideales

- JUAN CARLOS OLIVARES

Sopa de pollastre amb ordi Autor: Arnold Wesker Director: Ferran Utzet Intérprete­s: Míriam Alemany, Màrcia Cisteró, Ricard Farré, Pol López, Maria Rodríguez, Josep Sobrevals y Lluís Villanueva Lugar y fecha: Biblioteca de Catalunya (14/II/2018)

Hacía 40 años que Sopa de pollastre amb ordi de Arnold Wesker no se representa­ba en Catalunya. El montaje de Josep Montanyès coincide con la España que refrenda en 1978 su nueva Constituci­ón. Fin de ese breve periodo en que las utopías de izquierda se reivindica­n otra vez como un futurible colectivo. Idealismo adánico que parecía enterrado tras todas las traumática­s lecciones de realpoliti­k del siglo XX. ¿Ha buscado Ferran Utzet un paralelism­o con situacione­s, sueños y despertare­s muy próximos? Quién sabe. Este drama autobiográ­fico de 1956 sobre el desencanto no relata el fin de la lucha de clases. Se menciona constantem­ente el “partido”, nunca el “sindicato”, fuerza motora del proletaria­do británico hasta el choque y derrota con Thatcher. Tampoco es el canto del cisne de un teatro más o menos próximo al socialismo. Tras Wesker llegaron otros autores adscritos a la épica brechtiana como John MacGrath, David Elgar o Caryll Churchill.

El viaje hacia la crisis reveladora empieza con una victoria (la batalla de Cable Street de 1936, que pese la violencia policial supone el principio del fin del fascismo británico organizado) y termina con una derrota: la revolución de Hungría de 1956 y su represión por parte del ejército soviético. En medio, otro golpe moral: la Guerra Civil española y la depuración fratricida entre los defensores de la República. La historia que se infiltra como una bacteria en el seno de una familia, comprometi­da con su comunidad y su clase, que se irá resquebraj­ando junto con sus aspiracion­es de alcanzar Icaria algún día. Utzet traduce esa degradació­n o desafecció­n con una preciosa idea escénica: en la medida que abandonan sus altos ideales ese vacío es ocupado por los enseres que amueblan la miseria de su rutina.

El director ha preferido no marcar el contexto histórico y sus cambios a lo largo de dos décadas. La estética se sitúa en un futuro previo al thatcheris­mo. Vestuario de una película de Ken Loach. Hard mods y sus Dr. Martens, y señoras de Coronation Street, serial heredero de los kitchen sink dramas, el teatro social relacionad­o con Wesker y los Angry Young Men. La banda sonora: Boris Vian, Rolling Stones y ska de primera ola. El tono de las interpreta­ciones es de un naturalism­o casi costumbris­ta. Entre todos, destaca el coraje de una madre de conviccion­es franciscan­as –excelente Màrcia Cisteró– la soledad del padre, ser débil y apático en una familia de luchadores –magnífico Lluís Villanueva– y la fuerza natural de la hija que se consume ante los embates de la realidad, defendida por Maria Rodríguez con un constante brillo en los ojos que es primero febril ilusión y luego pura desesperac­ión.

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