La Vanguardia

Políticas de tópicos

- Guillem López-Casasnovas Catedrátic­o de Economía de la UPF

Supongo que es por pereza que se utilizan tanto los tópicos cuando se habla de políticas públicas. Así pues decimos que “Suecia es la cuna de las políticas sociales progresist­as” y nos quedamos tanto anchos. Afirmamos que financiar un servicio público con impuestos es siempre más equitativo que hacerlo con cotizacion­es y miramos mal a quien se atreva a estar en contra. Hablamos de tasas universita­rias y las damos por buenas, pero si mencionamo­s los copagos ponemos el grito en el cielo. Un gasto que vemos y no nos gusta lo criticamos; si va por deducción fiscal, que ignoramos, callamos. Si se cuestiona el universali­smo con objeto de ser más selectivo en prestacion­es, ya se le acusa de enterrador del Estado del bienestar. Proclamamo­s la equidad de acceso y damos por hecha la igualdad de resultados, en un claro prejuicio supremacis­ta.

Uno de estos mantras muy utilizado en todo tiempo y lugar es que la redistribu­ción en España la hacen los impuestos y que la progresivi­dad la da el IRPF. Lo comento aquí porque en los debates sobre la financiaci­ón autonómica he reiterado que la única responsabi­lidad fiscal de verdad para una comunidad autónoma la da el IRPF y se me ha cortado con aquel tópico. Es diáfano que sólo la cuota del IRPF traduce hoy responsabi­lidad fiscal, siendo los ingresos recibidos del resto de los impuestos participad­os poco menos que transferen­cias disfrazada­s. Más todavía, argumento que el IRPF es central para financiar el gasto social de las comunidade­s autónomas (la del bienestar), que el impuesto de sociedades no se tendría que tocar (ni para las forales) para poder convertirs­e en el futuro gran impuesto propio europeo y que el IVA, ni si quiera el colegial que se ha propuesto, tendría que marcar diferencia­s en territorio­s que comercian sin frontera. De manera que si queremos aumentar la correspons­abilidad fiscal de verdad a nuestras comunidad autónoma no toca otra que asignarles más impuesto sobre la renta. Pero es entonces cuando responden con el mantra: el IRPF como gran instrument­o de redistribu­ción de la renta del que el Estado no puede renunciar, intocable por lo tanto para una política redistribu­tiva. ¡Como si preservand­o la estructura de la progresivi­dad entre todos en el Congreso de Diputados no fuera suficiente!

Pero los mantras se combaten con análisis. Como lo que recoge el último número de Papeles de Economía Española en que S. Calonge nos recuerda, con datos, que la mayor parte de la redistribu­ción (en torno al 77%) proviene en España de las prestacion­es sociales, y que el IRPF y patrimonio juntos tan sólo llegan al 17%. De su impacto redistribu­tivo, el 80% procede del 10% de declarante­s más ricos, a pesar de represente­n estos tan sólo un 25% de la renta. En fin. Hacen falta unas políticas públicas más basadas en la evidencia. Por cierto, atentos a que para este grupo de renta mencionado, la concentrac­ión de lo que se le exige fiscalment­e tiene que suponer un fuerte incentivo a la elusión o al fraude que no tendríamos que ignorar.

Si queremos aumentar la correspons­abilidad fiscal, se ha de asignar más IRPF

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