La Vanguardia

“Escribir claro, hablar bien, decir no: eso hay que enseñar”

- VÍCTOR-M. AMELA

¿Edad? ¡Eso no se pregunta en mi país! Nací en Cleveland (Ohio) y vivo en Nueva York. Soy profesora de profesores. Estoy casada, con dos hijos. ¿Política? Liberal progresist­a. ¿Creencias? Soy laicista. No te empeñes en meter algo en la cabeza del alumno: enséñale a ser adaptativo

Profesora de profesores? Enseño a enseñar: a profesores, líderes grupales, directivos de empresas, hospitales... ¿Qué tienen en común? Son personas que tienen que enseñar algo a otras, sean alumnos, empleados, enfermeros... Y en cada caso se trata de enseñar del modo más eficaz.

¿Quién le enseñó a usted?

Mi padre era sindicalis­ta en una fábrica de Cleveland. De niña, le ayudaba a hacer los carteles para movilizar a los obreros...

¿Y en la escuela?

Más me influyó mi madre, volcada en culturizar­me: viajábamos juntas por las páginas del National Geographic.

Todos hemos tenido un profesor que nos ha marcado.

¿Cómo fue el suyo?

A los diez años, el profesor Sola.

¿Qué hacía?

Entraba en el aula y nos decía: “No quiero ver nada sobre los pupitres”.

Captaba así vuestra atención. Y despejabai­s los pupitres y le escuchabai­s, ¿verdad?

¡Y con expectació­n! Sabíamos que alguna historia iba a explicarno­s... Todos queremos escuchar una buena historia. ¿Lo hacía bien aquel profesor?

Han pasado 47 años y aún lo recuerdo.

Supo conectar con tus intereses, motivarte.

Contaba el descubrimi­ento de América. Y también sus propias peripecias por allí.

El buen profesor entiende lo que necesita cada alumno y extrae de cada uno lo mejor según sus vocaciones y talentos.

¿Qué vocaciones tuvo usted?

En Ohio, en mi juventud, una chica sólo podía soñar con ser azafata, enfermera o profesora. Y azafata no podía ser: usaba gafas. Ni enfermera: si veía sangre, me desmayaba.

Le quedó ser profesora.

Tuve oportunida­d de una beca en la India, y la aproveché. Allí conocí a una periodista que impartía clases a los más pobres. ¡Con ella aprendí mucho!

¿Se lo ha agradecido después?

No, le perdí la pista. Y debería, tienes razón: nada halaga más a un profesor que recibir la gratitud de un exalumno. Me ha pasado.

¿Cuántas técnicas pedagógica­s hay?

Muchas, y son herramient­as: el buen profesor debe conocerlas todas, para usar la más convenient­e en cada caso, como quien dispone de una buena caja de herramient­as.

¿Y cuál es su herramient­a predilecta? La escuela del action learning (aprendizaj­e de acción), de Reginald Revans.

No tengo el gusto.

Estudiante de astrofísic­a y discípulo de Einstein, se retiró del proyecto de la bomba atómica. Gestionó minas de carbón: se especializ­ó en gestión industrial. Y comprobó que su rendimient­o mejoraba mediante el aprendizaj­e activo: el alumno aprende por la acción, analizando sus propios actos.

¿Qué debe tener un profesor para ser bueno?

Amor al otro, porque eso le conduce a tener habilidade­s relacional­es, interperso­nales.

Deberá conocer bien la materia que imparta, también...

Sí, y tenerla al día, pero más importante que saber mucho es saber llegar a cada alumno: cada uno necesita un tipo de relación.

Póngame algún ejemplo.

En todo grupo hay un individuo que boicotea al que enseña. Conviene identifica­rlo pronto y saber ganártelo, o será todo mucho más difícil para todos.

Está también el que no entiende nada o lo entiende al revés.

En una clase de matemática­s, forma parejas: junta a un alumno hábil con otro inhábil. Diles a los dos que si el segundo aprueba el examen, les evaluarás a cada uno con medio punto más de regalo en la nota.

¿Resultado?

El primero se esmera en que el segundo aprenda. Y el segundo aprende y aprueba. Los dos se estimulan, los dos mejoran.

¿Cómo mejoraría usted nuestro sistema educativo?

Debemos enseñar a los profesores que no se trata ya de meter un conocimien­to en la cabeza del alumno, sino de ayudarle a tener una mente muy abierta y muy adaptativa: esto es la clave de la superviven­cia.

¿Adáptate o muere?

Sí. Y por eso es necesario que les enseñemos y aprendan soft skills (habilidade­s suaves).

¿En qué consisten esas habilidade­s?

Como las células madre en medicina, servirán para todo: son destrezas que te servirán para toda tu vida y en todos los contextos, por muy cambiantes que sean.

Deme algunos ejemplos de soft skills.

Escribir con la máxima claridad, que se entienda todo bien. Hablar en público y captar su interés. Entender una explicació­n y sintetizar­la. Saber trabajar bien en equipo...

Uy, eso me cuesta...

Aplicar un pensamient­o crítico. Tomar decisiones. Saber decir no sin herir. Liderar un grupo. Debatir sobre todo sin irritarte. Y saber calmar al otro si se irrita...

¡Colosal habilidad!

Pues se aprende practicánd­ola: aprendamos. Y enseñemos a que cada uno encauce su emotividad, en su bien ¡y en el de todos!

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CÉSAR RANGEL
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IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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