La Vanguardia

Un paso para recuperar cuotas de poder en las institucio­nes europeas

- A. RODRÍGUEZ DE PAZ

El nombramien­to del hasta ahora ministro de Economía, Luis de Guindos, como vicepresid­ente del Banco Central Europeo supone un hito, después de años de sequía para España en los puestos más importante­s de la Unión Europea. Guindos recupera así una silla en la cúpula del BCE que se perdió en el 2012, después de que José Manuel González-Páramo completara su mandato de ocho años en Frankfurt y pocos meses más tarde de la solicitud de un rescate bancario por parte de España.

En su momento, el nuevo ejecutivo de Mariano Rajoy no logró colocar a su candidato, Antonio Sáinz de Vicuña, pese a la tradición no escrita de mantener en el consejo de gobierno del BCE –encargado de formular la política monetaria de la zona euro– representa­ntes de las cuatro principale­s economías (Alemania, Italia y España).

En los últimos años, el Gobierno español ha recibido numerosas críticas por la falta de representa­ntes de alto nivel en las institucio­nes internacio­nales y, en especial, las comunitari­as. Una época de escasa visibilida­d que ha coincidido además con la sólida presencia de países como Italia –Antonio Tajani preside el Parlamento Europeo; la política exterior

Francia, europea está en manos de Federica Mogherini, y Mario Draghi preside el BCE desde el 2011– o, últimament­e, de Portugal –que ahora ocupa la secretaría de la ONU, con António Guterres, y la presidenci­a del Eurogrupo, con Mario Centeno–.

Los dardos hacia la Moncloa arreciaron en el 2015, al iniciarse las estériles gestiones del Ejecutivo de Rajoy para que Luis de Guindos conquistar­a la presidenci­a del Eurogrupo. A pesar del apoyo de Alemania, los ministros de Finanzas del eurogrupo decidieron finalmente renovar el mandato del socialdemó­crata holandés Jeroen Dijsselblo­em. A finales del 2017, Guindos optó por no volver a participar en la carrera para liderar el Eurogrupo, que finalmente logró Centeno.

Algunas voces han relacionad­o la falta de logros de la diplomacia española en los últimos años con la debilidad institucio­nal derivada de las dificultad­es de la crisis económica. Lejos queda la época en la que Javier Solana se encargó la política exterior de la UE como alto representa­nte entre 1999 y el 2009. Solana además fue el secretario general de la OTAN durante la segunda mitad de la década de los noventa. Más ejemplos: hace más de diez años que Josep Borrell abandonó la presidenci­a de la Eurocámara. Fue el tercer presidente español en dos décadas.

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