Montcada i Reixac dice adiós a 351 barracas y aún tiene “un problema”
El denominado sector 1 del Besòs, junto a la autopista C-33, no es el problema de barraquismo más grave de Montcada i Reixac. Este municipio, hermanado con la ciudad murciana de Águilas y con los municipios de La Paz Centro (Nicaragua) y Nahulingo (El Salvador), ha erradicado otro foco aún más importante. Se trataba de la concentración del Turó de Montcada y el torrente de Can Tapioles, pasada la frontera de Collserola. Desde el 2015, el Ayuntamiento ha limpiado y derruido en esta área 351 huertos y barracas, “de las cuales ocho estaban habitadas y una albergaba un taller clandestino para desguazar motos robadas”, según el primer teniente de alcalde y concejal de Urbanismo, Jordi Sànchez.
Los operarios municipales retiraron toneladas de escombros de la zona, que ha recuperado su aspecto original con una inversión de 800.000 euros, lo que da idea de la importancia de los trabajos. La erradicación del barraquismo fue fruto de un convenio entre el Consorci de Collserola y los consistorios de Montcada i Reixac y Barcelona, que cofinanció la operación porque a cambio logró los terrenos donde se ubicará la futura perrera municipal y el centro de acogida de animales de compañía que dará el relevo a las obsoletas instalaciones de la carretera de la Rabassada. Pero el problema no se solucionará nunca si los derribos de estas infraviviendas sólo implican que sus ocupantes se trasladan de un sitio a otro. “Tenemos un problema grave y enquistado”, dice el concejal Sànchez. “Hemos hecho mucho, pero aún queda mucho trabajo por hacer y Montcada i Reixac no lo puede afrontar en solitario porque este es un problema global que pide soluciones globales”.
Fuentes municipales no descartan que las barracas del río Besòs, más allá del puente de la carretera BV-5012, alberguen talleres y negocios sin los permisos correspondientes, como uno que se dedica a la recuperación de chatarra u otro que restaura palés de madera. Ni siquiera hay un censo fiable de las parcelas porque muchas se han subdividido y nunca se han escriturado. Pueden ser más de medio centenar.
Algunas tienen desvencijadas autocaravanas y cobertizos o casetas que podrían convertirse en indignas viviendas de familias sin recursos, como las obligadas a mudarse después de los derribos de Can Tapioles. “A veces nos conmueven las viejas imágenes en blanco y negro del Somorrostro y no queremos ver esta realidad del siglo XXI”, lamenta el teniente de alcalde Jordi Sànchez.