Ruta por los secretos del Londres de los espías
Hay ciudades inseparablemente unidas al mundo del espionaje, en cuyos cafés, hoteles, parques y callejas se han intercambiado secretos que han alterado el curso de la historia: el Estambul del imperio otomano y la Primera Guerra Mundial, la Lisboa y el Beirut de la Segunda, la Viena y el Berlín de la guerra fría… El parque Gorki de Moscú y los restaurantes de Georgetown, en Washington DC, han tenido sus momentos. Pero ahora, en los tiempos de la guerra cibernética, industrial, cool o como se la quiera llamar, es el turno de Londres.
A mitad de camino entre Estados Unidos y Europa, cocapital mundial de las finanzas junto a Nueva York, escenario de movimientos anuales de dinero, de compras y de adquisiciones de compañías por valor de billones de euros, sede de empresas que guardan como oro en paño valiosísimos secretos comerciales y de un entramado de bancos que lavan dinero a espuertas, refugio de adinerados oligarcas rusos amigos o enemigos de Putin, Londres atrae a los agentes secretos como la miel a las abejas. En los últimos tiempos, no ha habido en ninguna otra parte del mundo incidentes de espionaje tan notables como el asesinato en el 2006 de Alexánder Litvinenko y el envenenamiento hace unos días (en Salisbury, a una hora de la capital) de Serguéi Skripal y su hija Yulia.
Vaya uno donde vaya, pasa por la puerta sin darse cuenta de sedes de servicios secretos, búnkeres y túneles construidos para albergar al Gobierno y a la familia real en caso de una guerra nuclear, lugares donde han vivido notables espías y otros han sido asesinados, estaciones de metro abandonadas, teatros e iglesias en los que han operado o han sido detenidos agentes extranjeros, parques en cuyos bancos han cambiado de manos sobres, llaves de memoria o microchips (según las épocas) con información por la que los gobiernos están dispuestos a matar, centros de reclutamiento, adiestramiento y desarrollo de armas, garajes donde se reparan y adaptan los coches de las organizaciones de inteligencia y seguridad, pisos francos para interrogar o proteger a operativos, edificios desvencijados con compañías fantasma que lavan dinero o cementerios donde están enterrados quienes no han sobrevivido al juego letal de los James Bond de la vida real .
En Beverly Hills hay visitas organizadas a las casas de los artistas; en Londres, a los puntos neurálgicos del mundo del espionaje. Un recorrido típico comienza en la Thames House de Millbank (1), una mole de piedra gris en el lado sur del puente de Lambeth, junto al Támesis, sede desde 1992 del MI5 (servicio de inteligencia encargado del contraterrorismo y la seguridad interna). Ningún cartel lo anuncia, aunque todos los taxistas y espías extranjeros lo saben, es un secreto a voces. Construido en 1928 después de que unas inundaciones arrasaran las chabolas que había allí, no se trata de un edificio hecho a medida de la agencia de espionaje interno, sino que ha sido sede de empresas como la multinacional química ICI.
Entre 1945 y 1976 el MI5 estuvo en pleno Mayfair, en un edificio de la Curzon Street llamado Leconfield House (2) que hoy es un bloque de apartamentos de lujo, de esos que compran los inversores rusos, de las ex repúblicas soviéticas y los países del Golfo, y permanecen vacíos la mayor parte del año. El barrio más noble de Londres y más asociado con el dinero viejo es el lugar de residencia favorito de los oligarcas procedentes de Moscú y San Petersburgo, amigos y enemigos de Putin. Allí están las oficinas de la empresa que hacía de tapadera a las actividades de Litvinenko y el Millenium Hotel (3) de Grosvenor Square, vecino de la embajada de EE.UU., donde en el 2006 se tomó un té verde en el que dos emisarios de Putin habían vertido un chorro de polonio que al cabo de 23 días en el hospital lo llevó a la tumba. Vivía en Muswell Hill (4), al norte de la ciudad, donde todavía reside su viuda, Marina, y está enterrado en el cementerio de Highgate (5), en compañía tan ilustre como Karl Marx y el cantante George Michael. Borís Berezovksi, un magnate que figuraba en la lista negra del Kremlin y cuyo suicidio plantea muchas preguntas, yace en el camposanto de Brookwood, en Surrey (6).
El MI6 –agencia de inteligencia exterior, la de Smiley y las novelas de Le Carré– nació a principios del siglo pasado, cuando el Reino Unido empezó a preocuparse por los designios imperiales de Alemania. Ante el infundado temor popular de un inminente ataque germano, el primer ministro Herbert Asquith creó en 1909 un servicio secreto del que puso al frente a un oficial de la Royal Navy llamado Mansfield Cumming, que ni tenía experiencia en esas lides ni sabía idiomas, pero era bastante peliculero, firmaba con tinta verde invisible y para llegar a su despacho en Whitehall
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