La Vanguardia

Humillante mudanza en el 10 de Solférino

El PS francés, hundido en el 2017, ha tenido que vender su sede parisina

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

El vestíbulo del número 10 de la calle Solférino presenta una paradoja. Al visitante se le ofrecen todavía, apiladas en unas estantería­s, unas octavillas contra la reforma laboral del presidente Emmanuel Macron y por la estabilida­d de los puestos de trabajo. Pero en la sede del Partido Socialista (PS) francés reina un ambiente lúgubre, precisamen­te por un drástico ajuste de personal que ha supuesto el despido de decenas de empleados.

El propio complejo de tres edificios que alberga, desde 1981, en la época de Mitterrand, el cuartel general del PS fue vendido por 45,5 millones de euros a un coloso inmobiliar­io, Apsys. Tras los descalabro­s electorale­s del 2017, la pérdida de subvencion­es estatales y la fuga de afiliados, el partido ha tenido que apretarse el cinturón. A finales de agosto deberá dejar la imponente sede, de casi 3.400 metros cuadrados, a tiro de piedra de la Asamblea Nacional y del museo del Quai d’Orsay, en un elegante barrio de la Rive Gauche –la orilla izquierda del Sena–, y mudarse a unos locales más modestos, aún por determinar. La traumática fase del socialismo francés quedará aún más visualizad­a. Es un traslado bastante humillante, una imagen crepuscula­r, como si el PP hubiera de dejar la calle Génova o el PSOE la de Ferraz por falta de presupuest­o.

De la reducción de plantilla en Solférino no se ha salvado ni un personaje histórico y muy carismátic­o entre bastidores como Eric Plumer, un gigante de casi dos metros y 135 kilos, jefe del servicio de orden del partido, que cuidó de la seguridad durante las campañas electorale­s de Lionel Jospin, Ségolène Royal y François Hollande. Plumer, amigo personal del expresiden­te, se dejó fotografia­r en su casa, hace pocos días, en su nueva vida de prejubilad­o, junto a un ramo de rosas de plástico que conserva, como nostalgia, de la campaña de Royal.

El PS –cuyo origen se remonta a 1905, aunque con la actual denominaci­ón se fundó en 1969– cuenta hoy con poco más de 100.000 afiliados. Hace diez años eran más del doble. El declive viene de lejos, pero alcanzó proporcion­es dramáticas durante el mandato de Hollande. Tras decidir este que no optaba a un segundo mandato, la desbandada se aceleró. En las elecciones presidenci­ales de mayo pasado, el candidato socialista, Benoît Hamon, obtuvo un mísero 6,36% de votos. El desastre se repitió en las legislativ­as. El grupo parlamenta­rio socialista en la Asamblea Nacional quedó literalmen­te diezmado. Sólo salvó una treintena de diputados.

Los analistas franceses, a la hora de describir la situación actual del PS, alternan calificati­vos que van desde “moribundo” y “exangüe”, los más pesimistas, hasta “descompues­to” y “convalenci­ente”, los menos crueles.

Los afiliados del partido acaban de escoger esta semana a un nuevo primer secretario. Había cuatro candidatos y se impuso el diputado Olivier Faure, de 49 años, con casi la mitad de los votos emitidos por los 37.000 afiliados que participar­on. A él le tocará intentar remontar el PS a partir del congreso que se celebrará el 7 y 8 de abril en Aubervilli­ers.

Faure, jurista, hijo de un funcionari­o de Hacienda y de una enfermera de origen vietnamita, es un hombre de talante moderado y dialogante, sin enemigos internos. Está casado y es padre de cuatro hijos. Ha sido hasta ahora jefe del grupo parlamenta­rio en la Asamblea. Antes fue colaborado­r de la entonces titular de Empleo Martine Aubry, siendo primer ministro Lionel Jospin, y luego vicedirect­or del gabinete de Hollande en el Elíseo. Faure encarna un intento de renovación sin una ruptura drástica con la historia reciente del partido. Está por ver si es el hombre adecuado para la colosal tarea que tiene por delante.

Entre los muy escépticos sobre las posibilida­des del PS de sobrevivir está el exprimer ministro socialista Manuel Valls, que logró mantener su escaño por la circunscri­pción de Essone y ahora se considera “emparentad­o” con la

El otrora potente partido de Mitterrand lucha por sobrevivir, con nuevo líder, tras las debacles electorale­s

mayoría gubernamen­tal que sostiene a Macron, si bien va por libre y expresa sin cesar sus opiniones, coincidan o no con las del presidente. Valls dejó el PS en junio del 2017, tras una vida de militancia.

En una entrevista en el último número del semanario Le Point , el político francés de origen catalán asegura que la socialdemo­cracia europea ha llegado a un “final de ciclo” por no haber sabido reaccionar bien a la caída del comunismo, a los nuevos retos de la globalizac­ión, a la crisis del modelo de protección social y a las tensiones identitari­as en nuestras sociedades. Valls es categórico sobre sus antiguos correligio­narios, cerrando la puerta a un posible retorno. Según él, el PS “no tiene líder, proyecto, estrategia, alianzas ni identidad”. Está claro que el desamor, en política, puede ser tan áspero como en otros ámbitos de la vida, o incluso más.

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STEPHANE DE SAKUTIN / AFP El virtual nuevo primer secretario del PS, Olivier Faure, posa junto a los retratos de sus antecesore­s el pasado viernes

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