La Vanguardia

La pesada mochila del SPD alemán

La gran coalición con Merkel y la reforma de Schröder han minado la confianza de los votantes de clase trabajador­a

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

La mochila del pasado es pesada, y la nueva etapa empieza con poca gloria. Tras participar ocho de los últimos 12 años en gobiernos de gran coalición con el bloque conservado­r de Angela Merkel, el Partido Socialdemó­crata de Alemania (SPD) se dispone a transitar otros cuatro años en una alianza que sus propios dirigentes ven dañina. Ellos mismos atribuyen a la gran coalición con Merkel en dos legislatur­as (2005-2009 y 20132017) su triste cosecha en las elecciones del pasado 24 de septiembre.

El SPD liderado por Martin Schulz –reducido ahora a diputado raso– tuvo el 20,5% de los votos, su resultado más bajo en la historia. Perdió 1,7 millones de votos: en torno a medio millón fueron al partido izquierdis­ta Die Linke, y otro medio millón a la ultraderec­hista Alternativ­a para Alemania (AfD).

“El SPD está experiment­ando una crisis excepciona­l, que se explica por la desaparici­ón progresiva de su tradiciona­l electorado de clase trabajador­a, que se siente también atraído por las campañas populistas de la ultraderec­ha y de la izquierda radical”, arguyó Konstantin Vössing, politólogo de la Universida­d Humboldt, en un encuentro con correspons­ales. Según Vossing, “la situación es muy dolorosa para ellos porque el SPD siempre ha hecho bandera de ser el partido de la kleine Leute, la gente pequeña, corriente”.

Ese nicho de votantes ya había empezado a rebelarse cuando a inicios de los años 2000, el canciller socialdemó­crata Gerhard Schröder introdujo el paquete de reformas del mercado de trabajo y del Estado del bienestar conocido como Agenda 2010, para fomentar el crecimient­o económico y reducir el desempleo. Se logró, pero con un alto coste social para la gente con menos recursos. Desde entonces, y también por gobernar en coalición con Merkel, la confianza en el partido del antiguo electorado socialdemó­crata no ha dejado de menguar.

Las cifras, tanto de votos como de militantes, muestran el declive con crudeza. En 1998, el SPD liderado por Schröder logró su máximo histórico, el 40,9% de los votos. Veinte años después, el porcentaje es la mitad. ¿Y qué decir de la militancia? En los años setenta, tenía más de un millón de afiliados, y eso que había menos población, pues la reunificac­ión de Alemania no se produjo hasta 1990. Ese año, el SPD aún podía presumir de casi 950.000 afiliados, que se han ido reduciendo a cada decenio. Ahora son 465.000.

Por ese y otros motivos, está en curso un debate sobre si el SPD puede aún considerar­se un Volksparte­i (literalmen­te, partido popular, en el sentido de mayoritari­o, votado por masas), una etiqueta que ha com- partido con la CDU desde el inicio de la posguerra. Según el politólogo Manfred G. Schmidt, un Volksparte­i debe cumplir tres requisitos: recibir más del 30% de los votos para ejercer así una influencia significat­iva sea estando en el gobierno o en la oposición; movilizar a votantes y afiliados de distintos estratos sociales, y tener un programa político de ideología un tanto difusa, abierta a grupos variados de votantes.

Puede decirse que el SPD sigue

Al surgir los Verdes y Die Linke, el SPD dejó de ser el único partido de izquierdas

cumpliendo los dos últimos requisitos, pero salta a la vista que no supera el test del porcentaje. Y la cosa va a peor. Los últimos sondeos le dan apoyos de entre el 19% y el 16%, con la ultraderec­ha en los talones.

Con todo, la crisis de la socialdemo­cracia alemana tiene raíces más profundas, vinculadas a la evolución del sistema de partidos. Hasta la irrupción de los Verdes en 1983, el SPD era el único partido de izquierdas en el Bundestag (Cámara Baja del Parlamento). En 1998 entró en el hemiciclo otra formación, el PDS, heredero del antiguo partido comunista de la Alemania oriental, que en el 2007 se fusionó con disidentes socialdemó­cratas liderados por Oskar Lafontaine. Así nació Die Linke.

En el jardín que va del centroizqu­ierda a la izquierda, hay desde entonces tres especies, y el SPD ya no tiene el monopolio de hablar en nombre de la clase trabajador­a.

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ODD ANDERSEN / AFP Martin Schulz, expresiden­te del SPD y ahora diputado raso, antes de la sesión de investidur­a de Merkel

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