La Vanguardia

Víctimas de la ilusión

Las elecciones italianas abren otra batalla en el Partido Demócrata

- ANNA BUJ Roma. Correspons­al

En todo el país han perdido 2,5 millones de votos de los 8,6 que recabaron en el 2013. Entonces sólo obtuvieron el 25,4% de los sufragios en una fracturada Italia que al final empujó al democristi­ano Enrico Letta a liderar un gobierno apoyado por la derecha. El Partido Demócrata (PD) estaba guiado por Pier Luigi Bersani, que abanderaba el ala más izquierdis­ta de una formación nacida años antes como contrapeso a la Forza Italia de Silvio Berlusconi. Bersani no gustaba para gobernar y fue empujado a dar un paso atrás. Este complicado baile de nombres podrá resultar fácil comparado con lo que le espera al PD en los próximos meses. La amarga derrota del 4-M, cuando cayó al 18%, ha abierto una sangría interna en el partido. La lucha de las grandes familias se ha evidenciad­o a partir de la dimisión de Matteo Renzi. Aunque el florentino pretende atar en corto a los suyos, la dirección que tomen para ayudar o no a los antisistem­as decidirá su futuro.

¿Qué ha sucedido en este mismo grupo que ganó con el 40% de los votos las europeas del 2014? En Roma identifica­n tres respuestas. La primera, no haber encontrado un espacio más allá de la ideología. Las elecciones se han decidido por grandes corrientes de fondo, como la inmigració­n o el trabajo, y el PD se ha apuntado mal y tarde. Se manifestó en una diluida marcha antifascis­ta que transporta­ba a tiempos pasados en lugar de mirar al futuro.

La segunda, no haber sabido generar la ilusión del Movimiento 5 Estrellas (M5E). El PD ha hecho una campaña cabizbaja, sin grandes actos, en la que en lugar de sacar pecho por los progresos del premier saliente, Paolo Gentiloni, han estado a la defensiva. La mayoría de los discursos eran para desacredit­ar al gran rival, que no era la derecha sino el M5E. Los grillini, en cambio, hicieron una campaña más populista, pero basada en propuestas y un discurso que ha sabido enganchar a los decepciona­dos de los bailes de nombres de la política italiana.

Y la tercera razón tiene nombre propio. Letta decepcionó y entonces vino Matteo Renzi, con 38 años, precursor de los movimiento­s liberal progresist­as europeos, y convencido de que la renovación del partido tenía que superar las antiguas barreras entre izquierda y derecha. Pero en el camino los italianos han descubiert­o a una figura arrogante, ensimismad­a. Lo explica el periodista de Il Foglio Davide Allegranti, autor de dos libros sobre el florentino: “Dijo ‘conmigo progresará­n los buenos, no los fieles’. Pero luego ha preferido promover a sus colaborado­res”, subraya.

Sus aspirantes a sucesor se dividen entre la vieja guardia de la izquierda, como Dario Franceschi­ni, y otros nuevos carismátic­os como el presidente del Lazio, Luca Zingaretti, más predispues­to a echar una mano. Pero Renzi no se va del todo, sigue como senador. Muchos se preguntan si debería abandonar el partido para no resultar una carga o crear su propio movimiento. El florentino dijo justo antes de las elecciones que todavía tiene ganas de luchar para reconstrui­r el centroizqu­ierda en Europa.

El PD no ha superado la Italia postideoló­gica y ha hecho una campaña a la defensiva

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RICCARDO ANTIMIANI / EFE Matteo Renzi, el día que comunicó su renuncia

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