La Vanguardia

China ratifica el poder de Xi y vota a su fiel aliado como número dos

- ISIDRE AMBRÓS Hong Kong. Correspons­al

China entregó ayer definitiva­mente todo el poder a su presidente, Xi Jinping. La Asamblea Nacional lo reeligió por unanimidad para un segundo mandato de cinco años, así como para que siguiera al frente de la Comisión Militar Central, y escogió como vicepresid­ente a su fiel aliado Wang Qishan, el poderoso zar anticorrup­ción hasta el pasado octubre. Ambos podrán estar en sus cargos el tiempo que quieran tras la reforma constituci­onal que ha eliminado el límite de mandatos para estos puestos.

No hubo sorpresas, ni un solo voto en contra ayer en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín, donde se celebra el plenario anual de la Asamblea. Ninguno de los 2.970 delegados se atrevió a votar en contra o abstenerse de ratificar a Xi como presidente del país.

Y el hombre fuerte de Pekín, a sus 64 años, asumió el cargo con una nueva ceremonia protocolar­ia que consistió en jurar lealtad a la Constituci­ón. Con el puño derecho en alto y la mano izquierda apoyada en la Carta Magna, Xi juró “ser leal al país y al pueblo, (...) y trabajar para construir un poderoso país socialista moderno que sea próspero, fuerte, democrátic­o, culturalme­nte avanzado, armonioso y hermoso”.

Detrás de él juró el cargo de vicepresid­ente su fiel aliado Wang Qishan, de 69 años, que fue elegido por 2.969 votos a favor y uno en contra. Un nombramien­to que en esta ocasión no se adivina tan protocolar­io como en mandatos anteriores, en los que el titular de este cargo ejercía poco más que tareas de representa­ción y en función del poder del líder.

Conocido como el Bombero, por su capacidad para resolver problemas, Wang ha sido la mano derecha de Xi en los últimos cinco años y el artífice de la dura campaña anticorrup­ción que ha castigado a cerca de 1,5 millones de altos cargos comunistas. Pero antes ya había demostrado su capacidad resolutiva. A finales de los noventa resolvió el endeudamie­nto de la provincia de Guangdong, en el 2003 afrontó la crisis del SARS como alcalde de Pekín y la organizaci­ón de las Olimpiadas del 2008, que fueron un éxito.

Ahora, son muchos los analistas chinos que auguran a Wang un papel relevante en los próximos años. La mayoría considera que Xi le podría encargar que asumiera las difíciles relaciones con EE.UU. Una misión compleja cuando la Casa Blanca quiere imponer más tasas a las importacio­nes chinas, refuerza su diálogo con Taiwan y se muestra poco receptiva al diálogo en los conflictos marítimos que afectan a Pekín.

Los mismos analistas opinan que Xi, a quien el Diario del Pueblo definía ayer como “Timonel del país y guía del pueblo”, deberá hacer algo más que luchar contra la corrupción para ganarse a los chinos. Y es que retos no le faltan: la brecha social entre ricos y pobres no se reduce, los gastos sociales siguen al alza y la vivienda es cada vez más inasequibl­e para una creciente clase media. Xi deberá trabajar duro para lograr la “nueva era” que promete.

Como vicepresid­ente, Wang Qishan podría encargarse de las difíciles relaciones con Estados Unidos

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