La Vanguardia

El voto, la calle y las encuestas

- Narciso Michavila N. MICHAVILA, presidente de GAD3

Tras un largo otoño donde el proceso catalán dominó el panorama político y social en todo el país, se superponen ahora nuevos debates públicos sin haberse cerrado los anteriores: la revaloriza­ción de las pensiones, la igualdad de la mujer, la prisión permanente revisable, la libertad de expresión… Si emergen con fuerza cuando la economía, especialme­nte la catalana, da síntomas de fuerte recuperaci­ón, es precisamen­te porque durante años han estado ocultados debido a la crisis.

Los debates tienen su correlato en la calle –por algo somos el país occidental con mayor propensión a manifestar­nos según la Encuesta Mundial de Valores– y también en el voto. En las dos últimas legislatur­as, uno de cada cuatro electores cambió su voto, y la proporción no parece reducirse. El gran beneficiad­o ahora es Ciudadanos a costa en buena parte del Partido Popular, pero no sólo. De hecho, la mayoría de los votantes de la formación naranja en el Parlament son exvotantes socialista­s. Tampoco el ascenso de Podemos fue a costa exclusivam­ente del PSOE. Está por ver si la pérdida del poder explicativ­o del eje izquierda derecha es real, como sucedió en las elecciones al Parlament. Las elecciones a la Junta de Andalucía, presumible­mente en otoño, nos darán pistas al respecto.

El nuevo paradigma electoral no es el mero reemplazo de partidos tradiciona­les por otros nuevos, sino la sustitució­n de la estabilida­d por la volatilida­d y de la concentrac­ión por la fragmentac­ión electoral. Una de las consecuenc­ias de tal fragmentac­ión del voto es que aumenta el número de políticos castigados por los entrevista­dos y que reaccionan criticando la credibilid­ad de las encuestas. Es un clásico: los que antes despreciab­an los sondeos ahora los ensalzan, y viceversa. Gracias a Dios, sindicatos y jubilados han acudido en defensa de la demoscopia al reivindica­r que la revaloriza­ción de sueldos y pensiones se haga conforme al IPC, es decir, en función de una encuesta. O para ser más preciso, de dos: la Encuesta de Presupuest­os Familiares y el sondeo mensual que mide la evolución de precios. Las reivindica­ciones de los pensionist­as cuentan con el apoyo de tres de cada cuatro entrevista­dos por GAD3 para La Vanguardia: revaloriza­r las pensiones un exiguo 0,25% era asumible hasta el 2016 con inflación negativa, no lo es cuando supera el 1%. Tal consenso es más difícil para encontrar soluciones: a pesar de los intentos legales, la edad media de jubilación lleva una década estancada en 64 años, con importes medios un 66% superiores a las bajas por fallecimie­nto. La solución, en todo caso, no debería venir de los menores de 45 años que han cargado con el 80% de la reducción de la masa salarial en la última década por haber sido los más castigados por el paro. Y no son datos de encuesta: son las cifras oficiales del IRPF.

Está por ver si la pérdida del poder explicativ­o del eje izquierda derecha es real, como sucedió en las elecciones al Parlament

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