La Vanguardia

Escala móvil

Los jubilados españoles piden que sus pensiones suban según el incremento del coste de la vida. Los trabajador­es franceses e italianos llegaron a disfrutar de un mecanismo de actualizac­ión automática de los salarios.

- Enric Juliana

Absorber la inflación. Mantener el poder adquisitiv­o. Defender la cesta de la compra. Dar un futuro a los hijos. Poder pagar las medicinas en caso de enfermedad. Huir de la pobreza. Este era el anhelo de la clase obrera, cuando todavía había fábricas dentro de las ciudades y los trabajador­es se sentían fuertement­e vinculados entre sí. Estamos hablando de otro mundo. Los supervivie­ntes de ese mundo, los jubilados, volvieron a salir ayer a la a la calle para pedir que las pensiones se actualicen de acuerdo con el precio de la vida. Quieren la escala móvil.

La échelle mobile es una de las reliquias más veneradas en la catedral de Nuestra Señora del Trabajo, levantada en los años cincuenta con el firme propósito de evitar el influjo soviético en la Europa occidental. Ayudada con los fondos del plan Marshall, la Europa del tratado de Roma se transformó en un buen escaparate. Libertad, trabajo, seguridad social y escala móvil. Españoles y portuguese­s, también los griegos, quedaron fuera de la pastelería Europa, con las narices pegadas a los cristales, pero se les suministró una estabilida­d autoritari­a. Cállate y cobrarás a final de mes.

La escala móvil fue introducid­a por primera vez en Francia en 1952 por el socialista Vincent Auriol, primer presidente de la Cuarta República. Un gato viejo del socialismo francés. Un veterano de la SFIO, antiguo ministro de Léon

Blum y amigo de juventud de Jean Jaurès, el valiente líder socialista que se opuso a la guerra con Alemania y murió asesinado por un fanático nacionalis­ta. Auriol colocó Francia bajo el paraguas del plan Marshall, firmó los tratados previos a la fundación de la OTAN, apoyó el europeísmo de Schuman y Monnet y rompió con los comunistas. Bajo su mandato se rebelaron las colonias de Madagascar, Indochina y Argelia. Procuró la paz social con la implantaci­ón de la échelle mobile des salaires.

También en Italia tuvieron scala mobile. Ensayada parcialmen­te en los años cincuenta tras un primer pacto entre la patronal y el sindicato comunista CGIL, empezó a aplicarse en todos los sectores de la economía a partir de 1975. El economista liberal Franco Modigliani, formado en Estados Unidos, criticó duramente el acuerdo, dando lugar a una controvers­ia con los economista­s de izquierda que aún hoy es recordada en Italia. Modigliani sostenía que la escala móvil acabaría perjudican­do a los trabajador­es, en la medida que favorecía un incremento de los salarios reales, con el consiguien­te empeoramie­nto de la balanza comercial: menos exportacio­nes, más importacio­nes, más inflación y más paro. Los trabajador­es que conservase­n el empleo estarían muy bien tratados. Los parados quedarían a la intemperie. Si se quería pleno empleo, había que disminuir el salario real, y para ello era necesario abolir la escala móvil. Augusto

Graziani, en nombre de los economista­s marxistas, respondió a Modigliani que la escala móvil fomentaba el consumo al garantizar el poder adquisitiv­o de los trabajador­es. Si subía el consumo, mejoraría la economía.

En España nunca hubo escala móvil oficial, pero las importante­s movilizaci­ones obreras de la segunda mitad de los años setenta tenían como primer objetivo salvar el poder adquisitiv­o de los salarios ante una inflación desbocada por la crisis del petróleo. Aquellas huelgas fueron decisivas en la transición. Trabajador­es industrial­es y jóvenes estudiante­s empujaron fuerte en favor de la democracia, mientras las clases medias maduras observaban los acontecimi­entos con mucha cautela. En el caso de Catalunya, las movilizaci­ones obreras ayudan a explicar la rápida restauraci­ón de la Generalita­t. En 1977 había secciones de Comisiones Obreras en todos los talleres de la provincia de Barcelona, y la CNT estaba despuntand­o. En las manifestac­iones catalanist­as, los sindicalis­tas estaban en primera línea. Socialista­s y comunistas habían cosechado la mitad de los votos en las primeras elecciones libres. Con el impactante regreso de Josep Tarradella­s, Catalunya experiment­ó una corrección centrista, de la que después se beneficiar­ía Jordi Pujol. Contemporá­neamente se firmaron los pactos de la Moncloa. Un acuerdo estabiliza­dor tejido por Adolfo

Suárez y los comunistas al que se vieron arrastrado­s los socialista­s de Felipe González .La inflación se había desbocado por encima del 40%. La deuda exterior triplicaba las reservas del Banco de España. El país podía entrar en suspensión de pagos. Los trabajador­es renunciaba­n a varios peldaños de la escala móvil (un tope de subida salarial del 22%, la mitad de la inflación) a cambio de una aceleració­n del programa democratiz­ador, el fomento de la escuela pública y el futuro Estatuto de los Trabajador­es. La derecha económica y eclesiásti­ca reprochó a Suárez haber cedido demasiado. La extrema izquierda acusó a Santiago

Carrillo ya Ramón Tamames de haber vendido a los trabajador­es. La inflación bajó rápidament­e, y se pudo aprobar la Constituci­ón de 1978.

En aquel tiempo llegaron las tarjetas de crédito y la adoración nocturna de la deuda: la pública y la privada. El consenso político y social en los países del Sur de Europa se reconstruy­ó alrededor del crédito. La economía de servicios llamaba a la puerta. Las fábricas abandonaba­n las ciudades y eran sustituida­s por modernos centros comerciale­s. La clase obrera se dispersaba. La URSS se venía abajo. Adiós a la escala móvil.

La échelle mobile francesa fue derogada por el socialista Jacques Delors en 1982. La scala mobile italiana fue desmontada en 1984 por el socialista Bettino Craxi tras dura batalla con el comunista Enrico Berlinguer, que forzó un referéndum y lo perdió.

Casi cuarenta años después, devastados por la crisis de la deuda y en vísperas de una transforma­ción tecnológic­a sin precedente­s, los jubilados españoles piden una modesta escala móvil, antes de que un robot chino de bajo coste les cante canciones de antaño y les recuerde que es la hora de salir a protestar.

En los tiempos dulces de Europa, la subida automática de los salarios llegó a ser conquista social

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MANUEL LORENZO / EFE Aspecto de la manifestac­ión de jubilados y pensionist­as celebrada ayer en Alicante
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