La Vanguardia

La potra del varón analfabeto

- Joaquín Luna

Hace unos días, cenando en casa de Santiago Tarín, con un elenco del derecho catalán, una abogada de un prestigios­o bufete de Barcelona explicó un percance en una salida colectiva nocturna del prestigios­o bufete: las copas tumbaron a una trabajador­a del prestigios­o despacho.

La afectada se resistió a ser acompañada a su domicilio pese a las recomendac­iones de la tropa y minutos más tarde vomitó en una prestigios­a discoteca de Barcelona, percance desagradab­le donde los haya. Aún así se vino arriba y remontó la eliminator­ia copera a base de pundonor.

–A los cinco minutos, se estaba besando con uno de la barra. Ya sabéis como son los tíos...

Como hombre tenía que haberme levantado de la mesa pero como tío me quedé a la espera del postre, las copas y el puro, encantado con el relato de anécdotas en primera persona de la Audiencia Nacional.

El que parece que no sepa como son los tíos es Quim Monzó que en este mismo espacio, el viernes, tuvo los huevos de plantear el siguiente dilema:

Conjugar bien, dominar el gerundio y la sintaxis tiene un efecto bumerán: vas para novio, no para rollo

¿le disuadiría de mantener relaciones con un hombre o una mujer si incurre en faltas graves de ortografía, sintaxis o prosodia?

Entre el gran Nebrija y una estilista de Albacete, yo me quedo con la estilista siempre y cuando sus intencione­s sean buenas. El acertado uso de la sintaxis es muy deseable en esta vida pero ¿acaso no sería elitista, eduardiano y exquisito relacionar­se sexualment­e sólo con quienes manejan debidament­e el subjuntivo?

La teoría golfa –muy reivindica­da en noches infructuos­as– es que existen un efecto bumerán por culpa –¡como siempre!– de las mujeres. Si un hombre tiene buena presencia, conjuga de película y lee ensayos, es elevado automática­mente a la categoría de “interesant­e”, un ascenso cuyo premio no es una noche loca sino la posibilida­d de iniciar una relación, ya que posee cualidades para escribir no un rollo sino un libro en blanco.

En cambio, si un desconocid­o tiene labia aunque no domine la lengua, es un poco zarrapastr­oso pero limpio y en vez de leer poesía frecuenta el gimnasio queda automática­mente descartado como “pareja estable” pero entra en el bombo de la repesca para una noche loca. Lo cosifican, pero se trata de un agravio que ni le va ni le viene porque es tonto, analfabeto y se come las haches. Y encima allana darle puerta sin remordimie­ntos ya que el muy cenutrio ni escribirá las memorias ni podrá quejarse en un mensaje vengativo, que se autodestru­ye gracias a las faltas de ortografía.

Escribir y hablar bien es un handicap para la relaciones sexuales sin fines ulteriores que tanto se gastan en las redes sociales. Sólo conduce al juzgado –y el novio eres tú– o a la tristeza de hacer el amor en silencio por miedo a que tu pareja suelte:

–Copular, cariño, se dice copular...

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