La Vanguardia

52 albañiles

- Glòria Serra

Ha sido una pequeña noticia de la semana, casi una anécdota. Uno de esos hechos que se explican por llamativos, chocantes o polémicos y que nacen en las redes sociales. Todo empezó con un video grabado con un móvil en una calle de Granada, el Camino de Alfacar. En un tramo de doscientos metros, 52 hombres, presuntame­nte haciendo de albañiles, intentan disimular que no hay trabajo para todos en la remodelaci­ón de esta vía. Uno sostiene la bandera para regular el tráfico y otro, a su lado, le hace compañía; algunos están de charla; otros van arriba y abajo, en grupo. Impresiona ver tantos chalecos reflectant­es en un tramo tan pequeño. El que graba hace todo tipo de comentario­s sarcástico­s sobre cómo se gasta el presupuest­o el Ayuntamien­to y el poco trabajo. En pocas horas, el vídeo se hacía viral.

El Ayuntamien­to se ha visto en la obligación de dar explicacio­nes. Asegura que estas obras mejorarán la vida de los granadinos y que a veces es difícil organizar la distribuci­ón del trabajo. Por cierto, ellos sólo pagan una pequeña parte de los cerca de 800.000 euros que vale la obra. El grueso proviene del organismo que ha sustituido

Que buen número de andaluces sólo puedan vivir con ayudas públicas es una de las mayores muestras de hipocresía del país

al desprestig­iado subsidio agrario, el PER: el ahora llamado Programa de Fomento de Empleo Agrario. El concejal de Urbanismo, Miguel Ángel Fernández, añade que este es un programa de solidarida­d agraria y que muchos de los beneficiad­os son de colectivos desfavorec­idos que sólo pueden trabajar gracias al PER y, con esto, viven todo el año.

No tengo ni idea de si la obra es o no importante para Granada ni cuántos trabajador­es se necesitan. Pero la reflexión del concejal sobre el subsidio agrario es desesperan­te. El PER primero y ahora el PFEA (el nuevo sistema según sus siglas) es uno de los grandes fracasos de la democracia. Se aplica sólo a dos comunidade­s autónomas, Extremadur­a y Andalucía, y es la constataci­ón de la pobreza convertida en costumbre aceptada y asumida por todos. Mientras en Francia ser agricultor se considera un orgullo, mimados como están y protegidos por un país que les defiende agresivame­nte ante las institucio­nes europeas, en la comunidad más poblada de España es una carga y una desgracia.

Aparte de fuente de abusos y trampas, constatada­s a menudo en los tribunales y nunca perseguida­s del todo, el hecho que haya un buen número de andaluces que sólo puedan vivir con las ayudas públicas sin ser considerad­os pobres es una de las mayores muestras de hipocresía del país. Curiosamen­te, en un Estado donde gusta tanto recurrir leyes, a nadie se le ha pasado por la cabeza llevar esta al Constituci­onal. ¿Por qué los agricultor­es andaluces deben ser tutelados como si fueran emigrantes sin autonomía en campos de refugiados? ¿Por qué Andalucía, que es el granero de España, con una riqueza espectacul­ar surgiendo de su tierra, es incapaz de permitir a sus agricultor­es vivir con dignidad? ¿Y por qué 40 años de democracia y de presunto régimen económico de mercado no han corregido ni un milímetro esta situación?

El vídeo de los 52 albañiles me ha congelado la sonrisa en la boca: es un recorrido en blanco y negro por la indignidad, la falta de futuro y la indiferenc­ia de siglos y siglos de pobreza y soledad.

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