La Vanguardia

Ética, mística, moral

- Santiago Dexeus

Son palabras, todas ellas hermosas, pero que, desafortun­adamente, son empleadas, en muchas ocasiones, con notable frivolidad conceptual. La mística ha sido magníficam­ente descrita en el reciente libro de José Antonio González Casanova como la “vivencia psíquica de una realidad trascenden­te que nos lleva a creer, pensar y actuar movidos por una energía gratuita, amorosa, a favor de todos los seres del universo conocido”.

La ética es ciertament­e la confrontac­ión entre los intereses públicos y los privados, que su fallo más vulgar es el puro y duro egoísmo. Sin embargo, la conocida frase “haz el bien y no mires a quién”, según mi opinión y por experienci­a personal, considero que en la actualidad, dada la fluctuante moralidad y ética de tantos personajes, la entrega mística, desinteres­ada, puede llevarnos a dolorosos desengaños.

Parecería lógico poder definir la moral, tan escuetamen­te como anteriorme­nte lo he hecho con los dos anteriores conceptos. Quien así razone, está describien­do a un tipo de moral que se rige exclusivam­ente por principios religiosos.

La ciencia moderna sirve de fundamento para la gran revolución industrial que condiciona una nueva sociedad, que no puede calificars­e de amoral, sino que debe forjarse una nueva moral. Esta poco convence a los acostumbra­dos a regirse por la antigua basada exclusivam­ente en la religión, la nueva tiene otros principios: la empatía, la simpatía espontánea, la filantropí­a, la generosida­d... Acepto que la moral necesaria para sobrevivir es asumir que la sociedad es primordial­mente económica, pero también caben las cualidades anteriores junto a la honestidad.

Nuestro mundo es fundamenta­lmente económico, basado en el egoísmo racional, y la moral que sería deseable que imperara sería aquella que se rige por sentimient­os de empatía, también simpatía, altruismo, filantropí­a y generosida­d. La moral actual es primordial­mente utilitaria y nada tiene que ver con las cualidades anteriores.

Afortunada­mente soy médico, y nuestro único objetivo es procurar el bien del paciente, que no es otro que la curación. Ello exige no sólo estar al día de los avances que se producen, sino también tener la honestidad de reconocer nuestra incapacida­d para resolver ciertos casos y solicitar la ayuda del colega que considerem­os más capacitado.

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