‘La questione catalana’
Ramon Corts accede al Archivo Secreto Vaticano para estudiar las vicisitudes de la Iglesia catalana entre 1875 y 1923
El año 2007 el papa Benedicto XVI abrió la documentación del pontificado de Pío XI y el acceso por primera vez a siete voluminosas cajas y miles de papeles bajo el epígrafe de La questione catalana, del Archivo Secreto Vaticano. Si a eso añadimos los 18 fascículos del Archivo Histórico de la Secretaría de Estado sobre la misma temática se entiende el interés de un material que nos ilumina sobre la relación entre la Santa Sede, el Estado español y la Iglesia catalana a principios del siglo XX. Las tensiones derivadas del hecho catalán, las polémicas sobre la pastoral en lengua catalana y la designación de obispos, el papel de prelados como Torras i Bages, Morgades o Vidal i Barraquer y su relación con los nuncios y secretarios de Estado vaticanos dan enorme interés al libro La qüestió catalana en l’Arxiu Secret Vaticà. De la Restauració a Primo de Rivera (1875-1923) de Ramon Corts i Blay, sacerdote, historiador y vicerrector del Ateneu Universitari Sant Pacià.
Sergio Pagano, prefecto del Archivo Secreto Vaticano, en el prólogo del libro destaca su rigor, que “refleja muy bien la realidad sociopolítica del momento”, refiriéndose al pasado aunque algunos de los temas pueden interpretarse en clave de presente. Pagano deja dos constataciones: del cardenal Vidal i Barraquer dice que antes de la República muestra ya que su catalanismo es “pastoral y cultural, no republicano ni independentista” y sobre la actitud de la Santa Sede afirma: “La Iglesia no va contra el hecho catalán ni contra su lengua, ni su cultura, a pesar de que es restrictiva con respecto a la participación del clero en el movimiento catalanista entendido más bien en un sentido político”. El libro de Ramon Corts, de casi 800 páginas, y publicado por el Ateneu Universitari Sant Pacià, es el primero de una serie de cuatro y tiene que continuar con otros volúmenes sobre el enfrentamiento entre Vidal i Barraquer y Primo de Rivera, la visita del nuncio Tedeschini a Catalunya en 1928 y los decretos del Vaticano restringiendo la pastoral en catalán entre 1928 y 1930. En este primer libro analiza sobre todo la voluntad de la Iglesia catalana de poder predicar en catalán, con una pastoral autóctona, y poder disponer de obispos catalanes. En este sentido recuerda el precedente del arzobispo Antoni M. Claret cuando en 1859 ya lo pidió al nuncio ante la vacante del obispado de Tortosa. El nuncio Barili se lo transmitió al secretario de Estado Antonelli diciendo que el futuro obispo tenía que hablar “el dialecto” catalán, “el dialecto que el vulgo y los campesinos hablan, bien distinto de la lengua de Castilla”. Y le hicieron caso porque fue nombrado Miquel Pratmans, sacerdote de Cardona.
Ramon Corts concluye que la postura de la Santa Sede fue en aquel momento “un sí matizado al reconocimiento del hecho catalán y un no al catalanismo político”. Y respecto a la elección de prelados: “Obispos catalanes sí, catalanistas no”. Pero es interesante ver cómo se desarrollaron algunos episodios:
El discurso de Torras i Bages en los
Juegos Florales. Poco antes de la celebración de los Juegos Florales de 1899 en Barcelona, que tenía que presidir el obispo Josep Torras i Bages, se extendió el temor en el Gobierno español de que pudiera pronunciar un discurso de marcado carácter catalanista. El nuncio Francica-Nava le advirtió que no podría tolerar una referencia a la independencia de Catalunya. Torras i Bages se vio obligado a enviar el discurso antes y explicarse: “Establezco el verdadero concepto de autonomía y defiendo que no significa independencia (...) Tengo mi doctrina por una emanación de la doctrina tomística y enteramente con el criterio de León XIII (...) He procurado enlazar la corriente regionalista de mi país, con la corriente social catòlica”. La carta concluía: Vivimos, en España, dentro de un tal artificio que la vida real y propia del país parece un peligro, y que de otra parte las concupiscencias, las divisiones y la falta de vida reflexiva hacen que parezcan montañas lo que son pequeños bultos”.
Es interesante la distinción que el nuncio hace en otro informe a la Santa Sede entre separatistas, quienes “vorrebbero trasformare la Spagna in uno stato federale ”yregionalistas, que creía que tenían la obligación de reforzar la unidad de España.
El obispo Morgades escribía a su amigo Duran i Bas advirtiendo que “ya no son los catalanistas de antaño los que se exasperan contra las demasías y las inmoralidades de la administración y manifiestan su mala voluntad contra Madrid; el pueblo empieza a tomar parte y no puede darse un paso sin que aparezca un conflicto”.
Pastoral sobre el uso del catalán. La pastoral del obispo Morgades del 6 de enero de 1900 sobre el uso del catalán en la enseñanza del catecismo y en la predicación levantó grandes protestas en prensa, diputados y ministros. El conde de Torreanaz, ministro de Justicia, pedía a la Nunciatura que fuera corregida y el obispo trasladado fuera de Barcelona. En Catalunya se había producido el cierre de cajas, Eduardo Dato era recibido con una huelga general y estaban suspendidas las garantías constitucionales. El secretario de Estado el cardenal Rampolla sin llegar a desautorizar al prelado le exhortó a “una condotta di somma prudenza aliena dal favorire qualsiasi partito”. El nuncio Rinaldini en un despacho al secretario de Estado le explicaba la existencia de un sector separatista, que pedía la independencia para mantener vínculos federales con España, y les atribuía un carácter antiespañol y antidinástico, y otro sector más numeroso de regionalistas, donde estaban los elementos culturales relevantes, que reclamaban autono-
mía administrativa, el uso del catalán en actos públicos y un concierto económico, como el de las provincias vascas y Navarra. El obispo Morgades en respuesta al nuncio, que le pedía que se alejara de todo lo que favorecía el catalanismo, le recordaba que era “una actividad popular, hoy sobre todo de la juventud ilustrada y de la clase media”.
El intento de trasladar a Torras i Bages a Burgos. El jefe de gobierno Antonio Maura quería trasladar al obispo Josep Torras i Bages de Vic a la diócesis de Burgos, en 1909. Cuando se enteró el cardenal Vives i Tutó dirigió una durísima carta al secretario de Estado en que le decía que no entendía que “el nuncio sea tan corto de vista” y que “parece imposible la ceguedad del rey en esto; es en ello un político suicida; es multiplicar el republicanismo; es trabajar en procurarle un catalanismo radical e impio en vez de un catalanismo sano, católico y fuerte para defensa de la religión y del trono”. Al día siguiente Rampolla enviaba un telegrama al nuncio diciendo que el obispo de Vic declinaba la oferta por motivos de salud y “per altri gravi ragioni” y que pensara en otro candidato.
El nuncio Ragonesi envía en 1913 un escrito a los provinciales religiosos, dirigida principalmente a capuchinos, benedictinos y jesuitas. “Vigilen el bizcaitarrismo de algunos religiosos vascongados, los cuales con esa actitud separatista no sólo pierden el espíritu de la orden, sino que se hacen odiosos al Gobierno y a la Nación. Conviene que vigilen también al catalanismo, aun cuando en este último parece notarse menos falta de prudencia y moderación”. Las casullas neogóticas y la pronunciación. El I Congreso Litúrgico de Montserrat levantó polvareda por el uso de las casullas neogóticas y por la pronunciación “a la italiana” (o “a la catalana”) del latín que se consideraba un elemento de diferenciación del resto de España (donde la lengua latina era hablada “more hispánico”). Así lo expresaba Félix Bilbao, obispo de Tortosa, y más adelante el obispo Manuel Irurita: “Lo de las casullas (...) no es canónico, es político”. El nuncio Tedeschini, en 1928, a raíz de una misa a Montserrat en que le prepararon una casulla gótica que en el centro tenía un escudo catalán lo consideró “una vera provocazione per la Spagna e per il nunzio”.
La carta pastoral crítica con la Liga.
En un momento de máximo impulso del movimiento catalanista, salió la Carta pastoral colectiva de los prelados de Catalunya (1918) en la que alababan el “resurgimiento” del país, pero al mismo tiempo desaprobaban la aconfesionalidad del catalanismo, y reivindicaban el “Catalunya será cristiana o no será” de Torras i Bages. Decía la carta: “Lo que més Nos crida l’atenció és l’oblit de lo sobrenatural, i, per tant, de lo que’s refereix a la nostra sacrosanta religió”.
La senyera en la catedral de Barcelona. La festividad de Corpus de 1919 fue izada una senyera en la catedral de Barcelona por la Lliga Espiritual de Nostra Senyora de Montserrat, con autorización del capítulo catedralicio. Según escrito del obispo Reig i Casanova al nuncio él la hizo retirar, pero cuando ya estaba a punto de empezar la procesión representantes de la Diputación y el Ayuntamiento le exigieron que se volviera a poner. Como el capitán general lo prohibió, las autoridades no participaron.