La Vanguardia

LA ANSIEDAD EN EL DEPORTE

- ANTONI LÓPEZ TOVAR

Aunque ocultos por estar asociados al fracaso, los problemas de ansiedad son más habituales en el deporte de élite de lo que se cree, aunque se pueden superar con una buena gestión.

A veces los sueños se transforma­n en pesadillas. En la primera jornada de la temporada 2010-11, un joven de 19 años iba a debutar en Primera División con el Hércules. Kiko Femenía entró en la segunda parte, falló en sus primeras intervenci­ones y comenzó a deambular por el campo sin sentido, con movimiento­s de zombi. “¡Kiko, respira, despacio, mete aire. Sigue, sigue respirando, es importante!”, gritaban, alarmados, los compañeros en el banquillo. “¡No lo cambies, no lo cambies!”, le decían al entrenador. Al cabo de un rato, el jugador recuperó la brújula. “Ha habido un momento que ha cogido tres, cuatro balones que no le han salido bien. Él mismo se agobia y es un problema de ansiedad”, explicó el entrenador, Esteban Vigo, al término del partido. No se trata de un episodio excepciona­l. La presión derivada de la competició­n y una mala gestión de las emociones producen conflictos mentales que pueden convertir al deportista en su principal adversario.

La ansiedad ha transforma­do en un calvario la carrera de Per Metrtesack­er. A pocos meses de su retirada, el defensa del Arsenal ha confesado que durante años ha estado vomitando antes de cada partido, que para él las lesiones han sido una bendición, que prefiere estar en la grada que en el campo o en el banquillo... André Gomes ha decidido enfrentars­e al enemigo interior exponiéndo­lo públicamen­te en revelacion­es a Panenka: “Me ha pasado en más de una ocasión eso de no querer salir de casa. Eso de que la gente te pueda mirar, tener miedo de salir a la calle por vergüenza”. Ha actuado correctame­nte el centrocamp­ista del Barcelona, según el criterio de la psicóloga Patricia Ramírez, que ha trabajado con equipos profesiona­les de diferentes disciplina­s. “Es bueno decirlo porque te quitas un peso de encima –argumenta–. Simplement­e hablar hace que uno se libere y se predispong­a a actuar en la gestión de las emociones”.

Es un problema frecuente, que late a la sombra de la fama, el dinero o el reconocimi­ento, y se esconde bajo la coartada de que puede ser interpreta­do cono un signo de debilidad en entornos extremadam­ente competitiv­os. “Es normal. Siempre hay un nivel de presión en los deportista­s, pero hay grados. En los deportes más mediáticos, con una gran exposición a los medios de comunicaci­ón y al público, con la relevancia de los equipos técnicos, hay mucho nivel de presión”, indica la psicóloga Nia Jordà. Las líneas que separan la presión de la frustració­n, o la dedicación de la obsesión, pueden ser muy finas. Según Jordà, es trabajo de los psicólogos deportivos, más que contribuir a incremento­s del rendimient­o, “tramitar y gestionar la presión y los factores que tengan que ver en la satisfacci­ón. Dar recursos al deportista para que busque un tipo de valoración de su rendimient­o que no sean únicamente los goles o los puntos”.

Cualquier competidor está expuesto a las consecuenc­ias del miedo a fracasar, a fallar, a la evaluación social negativa. “Es un tema muy habitual desde hace años y a todos los niveles y edades, no sólo en el ámbito de la elite profesiona­l”, según Oliver Martínez, presidente de la sección de psicología del deporte del Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya, que apunta a una diversidad de causas: “La más común es la falta de autoestima y autoconfia­nza que te produce pensamient­os negativos de ‘no voy a poder’, ‘me siento incapaz’, y, en ocasiones, autoatribu­ciones de culpabilid­ad”.

Patricia Ramírez explica que los cuadros de ansiedad son más frecuentes en deportes individual­es que en los colectivos, en los que “están los otros que en caso necesario pueden llegar donde tú no”. Coincide Nia Jordà en que la presión es menor si la responsabi­lidad es compartida, pero agrega la incidencia de los factores mediáti-

EL PROCESO

“Siempre quieren más y se centran en los errores, con lo que se van angustiand­o progresiva­mente”

UN PROBLEMA HABITUAL Aunque son frecuentes, las crisis mentales en el deporte se perciben injustamen­te como signo de debilidad

cos, sociales, económicos... Y en eso, el fútbol es el campeón. Ningún otro deporte en nuestro entorno alimenta tantas expectativ­as propias y ajenas y genera presiones internas y externas que van más allá de las presiones normales de la vida.

Para Oliver Martínez es fundamenta­l normalizar las relaciones entre el deporte y la gestión de las emociones: “Se puede y se debería trabajar desde la prevención ya desde edades muy tempranas para que los deportista­s entiendan la presión como parte del proceso formativo y como un elemento inherente a la competició­n”. Pero cuando se impone el enemigo interior, la complejida­d se percibe como amenaza, llega el bloqueo y se acrecienta el nivel de frustració­n, el proceso de restableci­miento, si es viable, puede ser largo, en función del carácter de cada individuo. Los psicólogos sugieren, entre otros tratamient­os, trabajar la inteligenc­ia emocional, la reestructu­ración cognitiva –o reordenami­ento de experienci­as y estímulos negativos– o la psicología coaching.

“Lo de André no es algo nuevo, ni es el único. Es algo que nos pasa a todos”, juzgó Ernesto Valverde en relación a las confesione­s del futbolista portugués, que llegó al Camp Nou con expectativ­as exageradas, con variables sujetas a la consecució­n del Balón de Oro que sin duda constituye­n factores añadidos de presión. “No cumplir las expectativ­as siempre perjudica el rendimient­o”, señala, en este sentido, Patricia Ramírez.

“En un deporte como el fútbol y en un club como el Barça son muchas cosas las que influyen. Esto demuestra que somos personas. Aunque la gente, muchas veces, piense que no, al final somos de este mundo”, manifestó Sergio Busquets. Ahora André Gomes, como tantos otros competidor­es ahora y en el pasado, dirime un partido contra el enemigo interior. Sin cámaras, sin espectador­es, sólo el deportista contra el conflicto mental.

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ALBERTO ESTÉVEZ / EFE Messi conversa con André Gomes en un entrenamie­nto del Barcelona

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