LA ANSIEDAD EN EL DEPORTE
Aunque ocultos por estar asociados al fracaso, los problemas de ansiedad son más habituales en el deporte de élite de lo que se cree, aunque se pueden superar con una buena gestión.
A veces los sueños se transforman en pesadillas. En la primera jornada de la temporada 2010-11, un joven de 19 años iba a debutar en Primera División con el Hércules. Kiko Femenía entró en la segunda parte, falló en sus primeras intervenciones y comenzó a deambular por el campo sin sentido, con movimientos de zombi. “¡Kiko, respira, despacio, mete aire. Sigue, sigue respirando, es importante!”, gritaban, alarmados, los compañeros en el banquillo. “¡No lo cambies, no lo cambies!”, le decían al entrenador. Al cabo de un rato, el jugador recuperó la brújula. “Ha habido un momento que ha cogido tres, cuatro balones que no le han salido bien. Él mismo se agobia y es un problema de ansiedad”, explicó el entrenador, Esteban Vigo, al término del partido. No se trata de un episodio excepcional. La presión derivada de la competición y una mala gestión de las emociones producen conflictos mentales que pueden convertir al deportista en su principal adversario.
La ansiedad ha transformado en un calvario la carrera de Per Metrtesacker. A pocos meses de su retirada, el defensa del Arsenal ha confesado que durante años ha estado vomitando antes de cada partido, que para él las lesiones han sido una bendición, que prefiere estar en la grada que en el campo o en el banquillo... André Gomes ha decidido enfrentarse al enemigo interior exponiéndolo públicamente en revelaciones a Panenka: “Me ha pasado en más de una ocasión eso de no querer salir de casa. Eso de que la gente te pueda mirar, tener miedo de salir a la calle por vergüenza”. Ha actuado correctamente el centrocampista del Barcelona, según el criterio de la psicóloga Patricia Ramírez, que ha trabajado con equipos profesionales de diferentes disciplinas. “Es bueno decirlo porque te quitas un peso de encima –argumenta–. Simplemente hablar hace que uno se libere y se predisponga a actuar en la gestión de las emociones”.
Es un problema frecuente, que late a la sombra de la fama, el dinero o el reconocimiento, y se esconde bajo la coartada de que puede ser interpretado cono un signo de debilidad en entornos extremadamente competitivos. “Es normal. Siempre hay un nivel de presión en los deportistas, pero hay grados. En los deportes más mediáticos, con una gran exposición a los medios de comunicación y al público, con la relevancia de los equipos técnicos, hay mucho nivel de presión”, indica la psicóloga Nia Jordà. Las líneas que separan la presión de la frustración, o la dedicación de la obsesión, pueden ser muy finas. Según Jordà, es trabajo de los psicólogos deportivos, más que contribuir a incrementos del rendimiento, “tramitar y gestionar la presión y los factores que tengan que ver en la satisfacción. Dar recursos al deportista para que busque un tipo de valoración de su rendimiento que no sean únicamente los goles o los puntos”.
Cualquier competidor está expuesto a las consecuencias del miedo a fracasar, a fallar, a la evaluación social negativa. “Es un tema muy habitual desde hace años y a todos los niveles y edades, no sólo en el ámbito de la elite profesional”, según Oliver Martínez, presidente de la sección de psicología del deporte del Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya, que apunta a una diversidad de causas: “La más común es la falta de autoestima y autoconfianza que te produce pensamientos negativos de ‘no voy a poder’, ‘me siento incapaz’, y, en ocasiones, autoatribuciones de culpabilidad”.
Patricia Ramírez explica que los cuadros de ansiedad son más frecuentes en deportes individuales que en los colectivos, en los que “están los otros que en caso necesario pueden llegar donde tú no”. Coincide Nia Jordà en que la presión es menor si la responsabilidad es compartida, pero agrega la incidencia de los factores mediáti-
EL PROCESO
“Siempre quieren más y se centran en los errores, con lo que se van angustiando progresivamente”
UN PROBLEMA HABITUAL Aunque son frecuentes, las crisis mentales en el deporte se perciben injustamente como signo de debilidad
cos, sociales, económicos... Y en eso, el fútbol es el campeón. Ningún otro deporte en nuestro entorno alimenta tantas expectativas propias y ajenas y genera presiones internas y externas que van más allá de las presiones normales de la vida.
Para Oliver Martínez es fundamental normalizar las relaciones entre el deporte y la gestión de las emociones: “Se puede y se debería trabajar desde la prevención ya desde edades muy tempranas para que los deportistas entiendan la presión como parte del proceso formativo y como un elemento inherente a la competición”. Pero cuando se impone el enemigo interior, la complejidad se percibe como amenaza, llega el bloqueo y se acrecienta el nivel de frustración, el proceso de restablecimiento, si es viable, puede ser largo, en función del carácter de cada individuo. Los psicólogos sugieren, entre otros tratamientos, trabajar la inteligencia emocional, la reestructuración cognitiva –o reordenamiento de experiencias y estímulos negativos– o la psicología coaching.
“Lo de André no es algo nuevo, ni es el único. Es algo que nos pasa a todos”, juzgó Ernesto Valverde en relación a las confesiones del futbolista portugués, que llegó al Camp Nou con expectativas exageradas, con variables sujetas a la consecución del Balón de Oro que sin duda constituyen factores añadidos de presión. “No cumplir las expectativas siempre perjudica el rendimiento”, señala, en este sentido, Patricia Ramírez.
“En un deporte como el fútbol y en un club como el Barça son muchas cosas las que influyen. Esto demuestra que somos personas. Aunque la gente, muchas veces, piense que no, al final somos de este mundo”, manifestó Sergio Busquets. Ahora André Gomes, como tantos otros competidores ahora y en el pasado, dirime un partido contra el enemigo interior. Sin cámaras, sin espectadores, sólo el deportista contra el conflicto mental.