Construir o cronificar el problema

EL periodismo intenta narrar los hechos inmediatos tratando de responder de forma ágil a todos los interrogantes que se presentan. El día a día es muy exigente y la actualidad se transforma sin tiempo para la reflexión. Hoy el foco está puesto en el futuro de Carles Puigdemont y si el independentismo podrá ponerse de acuerdo en encontrar un candidato y un programa antes de dos meses. Sin embargo, por debajo del discurso declarativo, de los autos judiciales o del ruido de las redes sociales, existe un problema de fondo que se va haciendo cada vez más grande y que lejos de resolverse amenaza con cronificarse: la relación de futuro entre Catalunya y España, y el muro que se está creando en la propia sociedad catalana entre partidarios de la independencia y defensores del Estado autonómico. La estrategia de la confrontación que ha seguido el independentismo catalán desde el 21-D ha cohesionado a sus filas pero no ha logrado ningún fruto concreto. Los años de cárcel que esperan a algunos de sus dirigentes auguran que el conflicto se eternizará en el tiempo, pero no hay síntomas de que aporten ninguna solución ni a medio ni a largo plazo. El victimismo no construye nada. En el otro lado de la trinchera, la estrategia del Gobierno del PP no es mejor. Primero ha ayudado a hacer grande el movimiento independentista con errores de gestión y a la hora de la verdad se ha escondido detrás de las togas. El conflicto es malo para Catalunya pero también es malo para España. Todos tenemos la sensación que el problema aún se agravará más. Es hora de tomar decisiones pensando en el conjunto, pensando en el todo. En Catalunya, Roger Torrent, Miquel Iceta o Xavier Domènech han lanzado mensajes de consenso en las últimas horas que se tendrían que aprovechar. Y también estaría bien que los partidos españoles, especialmente el PP y Ciudadanos, movieran ficha en un tono positivo, más allá de criticar la fallida estrategia independentista. Es hora de construir.