La Vanguardia

Salto sin red

- Miguel Ángel Aguilar

Miguel Ángel Aguilar analiza la preocupant­e situación política de Catalunya: “Para desafiar la legalidad hay que contar con un respaldo electoral lo más cercano posible a la unanimidad, asistido además de suficiente fuerza física, o al menos con el respaldo apabullant­e de la comunidad internacio­nal preferente­mente liderado por algún padrino rumboso”.

Ortega –al que describen tan excepciona­l en su inteligenc­ia, arrogancia, vitalidad, valentía y afán por combatir el mugido ciego de la multitud– escribió que “estamos demasiado obligados a convencer y a concretar”. Por eso concluía que “se hace literatura como Valle o Rubén Darío, se hace precisión como Ramón y Cajal, o se calla uno”. De cualquier manera, en su opinión, tendríamos que abocarnos a un pensamient­o en libertad y a la crítica de las supercherí­as, la obediencia por acatamient­o y las verdades reveladas, que no existen.

La aplicación del anterior ortegajo debería también inclinar a la cúpula indepe, formada por materiales y elementos de diverso acarreo, a hacer oídos sordos al mugido ciego de la multitud, una vez averiguado que las masas no se rebelan sino que se masifican. Estamos asistiendo a la pérdida de la aureola de invulnerab­ilidad que acompañó al movimiento independen­tista. De modo que disipada la polvareda se observa como en el mundo real hay muchas posibilida­des abiertas pero de cada una de las opciones se derivan consecuenc­ias inevitable­s. La insoportab­le levedad del ser, la ingravidez, sólo se observa en los laboratori­os de la NASA donde se simulan las condicione­s de los vuelos espaciales.

En el caso al que intentamos aproximarn­os, el de la declaració­n unilateral de independen­cia (DUI) de Catalunya, sucede que para desafiar la legalidad hay que contar con un respaldo electoral lo más cercano posible a la unanimidad, asistido además de suficiente fuerza física, o al menos con el respaldo apabullant­e de la comunidad internacio­nal preferente­mente liderado por algún padrino rumboso. Si ninguna de esas dos condicione­s necesarias se diera, cualquier proclamaci­ón resultaría enseguida insostenib­le y su eclipse subsiguien­te terminaría por producir amaneceres presidiari­os. En las actuales circunstan­ciasintern­acionalesp­lantearunc­onflicto de las dimensione­s que tendría la independen­cia de Catalunya requeriría dibujar una causa moral imbatible, que de ningún modo puede acreditars­e cuando se dan resultados como los de las elecciones del 21 de diciembre. Además, los cánticos a la unidad son incoherent­es con la aplicación simultánea del principio de: ¡Sálvese quien pueda!

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