Más vale prevenir
Lagarde alerta sobre los riesgos del populismo y del proteccionismo
Cuando se cumplen ocho años del rescate de Grecia emprendido por la troika, el Fondo Monetario Internacional, dirigido por Christine Lagarde, sugiere que la eurozona se dote de un fondo que sirva a los países miembros para enfrentarse a los malos tiempos.
Un cojín financiero para los “días de lluvia”. Justo cuando se cumplen ocho años del rescate griego, el Fondo Monetario Internacional (FMI) sugiere que la eurozona se dote de un fondo que les sirva para enfrentarse a los malos tiempos.
La idea es que, en caso de turbulencias financieras, los países europeos tengan un monedero al que recurrir. Unas reservas que servirían para calmar a los mercados y frenar la especulación sobre la deuda soberana.“Dicha capacidad no sería suficiente para solventar la próxima crisis, pero ciertamente ayudaría”, dijo ayer en Alemania la directora ejecutiva del FMI, Christine Lagarde. ¿Cómo se debería financiar esta hucha?
La exministra francesa sugirió que cada Estado aporte cada año el 0,35% de su riqueza. Una cifra que Lagarde calificó de “contribución relativamente modesta”. Para que se tenga una idea, España contribuye al presupuesto de la UE con una cantidad de dinero que es el 0,86% de su renta nacional. En su opinión, este fondo alejaría las consecuencias de una contracción económica mayor ya que “reduciría los efectos negativos sobre la producción en más de un 50%”.
De acuerdo con su propuesta, no se trataría de que los países europeos tengan barra libre, porque para acceder a este dinero habría que tener una serie de requisitos, como el cumplimiento de las reglas fiscales de la UE. La idea es que así todos los países tuvieran incentivos para jugar bajo las mismas normas y acometer reformas. “No se trata de que algunos países ayuden de manera altruista a otros”, aseguró Lagarde. “Seamos claros, se trataría de un cojín temporal, no de una almohada permanente bajo la que uno pueda esconderse y no hacer nada”, añadió.
Asimismo, la contribución sería variable, en el sentido de que, en caso de coyuntura económica positiva (los llamados buenos tiempos), se abonaría una prima al importe prefijado para compensar los beneficios que hayan podido recibir durante los periodos de crisis. El objetivo sería evitar que este sistema se convierta en un mecanismo de transferencias permanente. Es decir, cuando sopla viento a favor, se aportaría un extra para devolver lo que se haya podido sacar durante las vacas flacas.
El FMI reconoce que su proyecto sólo es la parte de un plan que debería ser mucho más ambicioso. El Fondo considera que, para estar preparados ante la próxima crisis, los miembros de la eurozona deberían desarrollar un mercado de capitales único y moderno, así como una mayor integración fiscal (algo a lo que los países se oponen, por el miedo a perder su soberanía nacional).
En concreto, el FMI habla de la necesidad de que Europa tenga “una capacidad fiscal centralizada”, porque esta coordinación supraestatal tranquilizaría a los inversores, en el sentido de que se garantizaría mayor disciplina tributaria entre los socios europeos. “Esto reafirmaría a los inversores que la eurozona cuenta con mejores herramientas para evitar que la próxima crisis se extienda. Ayudará a evitar el casi pánico que observamos la última vez”, aseguró Lagarde.
En esta frase hace referencia a la anterior crisis de la deuda soberana europea. Hay que recordar que el rescate de Grecia puso de manifiesto las profundas diferencias entre el FMI y la UE, ya que el Fondo estaba a favor de perdonar parte de la deuda griega, mientras que Europa estaba en contra. El plan de Lagarde, así como está concebido, aspira a que no se reproduzcan fracturas de este tipo y que haya un mecanismo consensuado preestablecido.
Por último, el hecho de que el Fondo Monetario evocara varias veces la llegada de “la próxima crisis” dejó en el aire la otra gran pregunta: ¿de dónde vendrá la siguiente tormenta? Pues bien, según la directora del FMI, en estos momentos los mayores riesgos para la economía mundial proceden del auge de los populismos y de la puesta en marcha de políticas proteccionistas, justo cuando a escala global la recuperación parece sincronizada y extendida.
La institución apuesta por que Europa consiga una “capacidad fiscal centralizada”