Remington se declara en quiebra ante la fuerte caída de la venta de armas
El fabricante del rifle utilizado en Sandy Hook acusa la política ‘amiga’ de Trump
Los fabricantes de armas echan de menos a Barack Obama.
Después de la matanza en la escuela de primaria Sandy Hook de Newtown (Connecticut), las ventas se dispararon a lo grande.
En cambio, la masacre en el instituto de Parkland (Florida), y a pesar de todas las protestas del movimiento Never Again (nunca más) y las marchas multitudinarias del pasado sábado a favor del control armamentístico y en contra del lobby del rifle, ha dejado el mercado impasible. Como si nada.
¿Qué ha cambiado? La respuesta está clara: el presidente. Los amantes de las armas temían que Obama llegase a prohibir este comercio, por lo que debían hacer acopio. Todavía fue a más con la campaña electoral, cuando los conservadores acusaron falsamente a Hillary Clinton de pretender acabar con la Segunda Enmienda de la Constitución, la que garantiza la posesión de armas.
Previa a las elecciones de noviembre del 2016, el FBI batió el récord en el número de registros de antecedentes penales requeridos parar cerrar una venta.
Trump, por contra, es “un verdadero amigo” de esta industria y no hay miedo de que actúe contra ellos. Las denominadas “ventas del pánico” se han evaporado con su presidencia. El número de registros de antecedentes cayó en el 2017 al nivel de 1998.
Esta es la gran paradoja. Desde que Donald Trump reside en la Casa Blanca, las ventas han caído de forma pronunciada. Remington, la legendaria marca estadounidense, con reminiscencias del viejo oeste –y el moderno– vio cómo caía su negocio más del 30% a lo largo del 2017, con una facturación de 600 millones.
Este es uno de los datos que figura en la declaración de bancarrota, el denominado capítulo 11, que presentó la compañía este domingo en los tribunales especiales de Delaware.
Remington Outdoor Co., fundada en 1816 y que pasa por ser el fabricante de armas más antiguo en Estados Unidos, pretende reducir los 950 millones de dólares de la carga de su deuda. Entre tanto, contará con un préstamo de 100 millones para mantener la actividad, sin que se despeje la duda de cuál será el destino de sus 3.5000 empleados.
En este declive comercial, a la empresa de Madison (Carolina del Norte) le ha resultado abrumadora la caída de ventas de una de sus armas más conocidas en el mundo, el rifle semiautomático Bushmaster AR-15.
Un AR-15 fabricado por Remington fue utilizado en Sandy Hook, donde murieron 28 personas (20 niños y seis educadores), incluidos el pistolero y su madre. El mismo tipo de arma, pero fabricado por Smith & Wesson, acabó con la vida de 14 estudiantes y tres pedagogos el pasado 14 de febrero en Florida.
Todo apunta que esta es una tendencia que va más allá de Remington. En el 2015, otra marca histórica, Colt, ya pidió la protección del capítulo 11.
Frente a esta nueva era, con jóvenes mostrando su ira con la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y pidiendo públicamente la revisión de esa Segunda Enmienda por considerar que está más que obsoleta, también están los que responden con cólera en defensa de las armas.
La ultraderecha ha estigmatizado con un fotomontaje a Emma González, la carismática líder entre los estudiantes de Parkland, en el que destroza una Constitución. Ese montaje se hizo viral entre los conservadores.
Uno de los que difundió esta imagen –luego la borró– es Jesse
Jesse Hugues, que estuvo con los Eagles of Death Metal en el Bataclan, arremete contras los antiarmas
Hugues, componente de los Eagles of Death Meta, que actuaban en la sala Bataclan de París cuando se produjo el ataque terrorista de noviembre del 2015. Hugues arremetió contra los manifestantes y les acusó, como superviviente, de que “dejar de ir a clase” para protestar es un insulto a la memoria de los muertos.
Quien también provocó sonrojo fue el exsenador Rick Santorum, quien despreció a estos jóvenes y les aconsejó entrenarse en la reanimación cardiopulmonar para prestar ayuda a los heridos en el próximo tiroteo.
Sin embargo, el movimiento parece contar con un apoyo social muy amplio, tal y como lo refleja el mercado de las armas.
Según un estudio de las universidades Harvard y Northeastern, el número de armas creció de 70 a 265 millones de 1994 al 2015. Pero la mitad de esas piezas está en manos de un 3% de la población. Este reducido número de poseedores hace inestable a la industria y fuertes a los oponentes.