Barcelona, turismo y política
EL Ayuntamiento de Barcelona y el consorcio público-privado de Turisme de Barcelona expresaron ayer su convencimiento de que la marca Barcelona tiene suficiente peso específico para superar cualquier adversidad en el marco del actual contexto político que se vive en Catalunya. Una afirmación que se enmarca en la necesidad de dar una imagen de normalidad ante los últimos acontecimientos para asegurar no sólo la continuidad del sector turístico sino su potenciación con la vista puesta en el futuro.
El peso del turismo en la economía de Barcelona y en su proyección como destino global es indudable, pero, precisamente por tratarse de un sector muy dependiente de un marco de tranquilidad y normalidad y refractario a toda situación de inestabilidad, es bueno que los actores afectados, públicos y privados, trabajen juntos para posibilitar ese clima de confianza y de rutina que demanda el visitante.
De cara a la Semana Santa en la que ya nos encontramos existía el temor a un descenso del turismo nacional –el más habitual por estas fechas– que no decide su destino hasta última hora y para el cual las imágenes del domingo de alborotos y choques callejeros con la policía no casan con su deseo de pasar unos días de descanso y tranquilidad. A día de ayer, por fortuna, las perspectivas de ocupación para estos días eran del 80%, muy similares a las del pasado año, y del 85% en la provincia de Barcelona, y no había constancia de cancelaciones de última hora. Además, la ocupación turística en los meses de enero y febrero ha sido similar a los mismos meses del pasado año y se ha recuperado del pequeño descenso sufrido en el último trimestre del año 2017.
Superar la Semana Santa es el objetivo inmediato pero, con la mirada puesta en el futuro, las líneas maestras de la nueva estrategia de promoción turística de la ciudad, presentadas ayer por el Consistorio y Turisme de Barcelona, pretenden fijar las pautas que sirvan no sólo para superar el amargo recuerdo del atentado del mes de agosto y de las cargas policiales del 1-O, sino para garantizar en la perspectiva del año 2020 la sostenibilidad de Barcelona como destino, potenciar el efecto turismo en otros sectores económicos y conseguir el máximo retorno social de la actividad turística.
Tras unos años de políticas municipales muy restrictivas con el sector, parece que al fin el Ayuntamiento ha rectificado –cosa de la que nos congratulamos– y se ha dado cuenta de la necesidad de promocionar Barcelona y mantener su atractivo turístico en unos momentos en que la convulsión política puede tener un impacto negativo del que siempre es difícil recuperarse.