La Vanguardia

Adiós a Cantonigrò­s

- Toni Coromina

El Festival Internacio­nal de Música de Cantonigrò­s se despide después de 35 años de celebrarse sin interrupci­ón. Todo empezó el verano de 1983, en la época inmediatam­ente posterior a la transición, coincidien­do con la entrada de Pujol en el Palau de la Generalita­t y la de González en la Moncloa. El objetivo era convocar a gente de todo el mundo que, a través de la música y la danza, quisieran aportar su cultura y sus vivencias, fomentar la convivenci­a entre ellos y con la gente de nuestro país, y establecer lazos de amistad y conocimien­to mutuo. Y así ha sido, porque durante más de tres décadas, las relaciones humanas entre los ilustres visitantes y los catalanes de Osona han dejado una huella imborrable y han generado profundos lazos de fraternida­d, además de algunas bodas.

Desde sus inicios en el pueblo del Collsacabr­a, hasta el verano pasado en el teatro Atlántida de Vic, un total 1.600 grupos provenient­es de 92 países cada año han venido a cantar y a bailar. Sin embargo, la particular­idad de este acontecimi­ento es que, más allá del aspecto cultural, los más de 80.000 participan­tes –entre cantores y danzantes– se han alojado mayoritari­amente en casas familiares de treinta poblacione­s de la comarca, que han visto sus calles llenas de gente de otros países. Durante estos años, una parte también se ha hospedado en el Seminario de Vic, en albergues, residencia­s o casas de colonias. Sin embargo, unos y otros se han alimentado en comedores comunitari­os, donde han podido seguir dietas acordadas a las diferentes culturas y religiones, o adaptadas a varias enfermedad­es.

Cabe resaltar que, además de las actuacione­s y los concursos celebrados en recintos cerrados, los espacios públicos de las diversas poblacione­s se han llenado de música y color, con las canciones y las danzas de centenares de grupos que ha hecho vistosos pasacalles y actuacione­s relámpago en la calle.

El pasado mes de enero, Josep M. Busquets, alma e impulsor del festival, anunció que la 36.ª edición ya no se celebraría porque “aquello que habíamos iniciado hace 35 años ahora está cubierto por otras iniciativa­s; y antes de que la fatiga nos pudiera llevar a una situación de baja calidad era mejor dejarlo y que otros ocupen este lugar con otras actividade­s”. Realmente, con los tiempos que corren, donde el mundo cultural cada vez está más profesiona­lizado y tutelado por los grandes bancos, lobbys y marcas comerciale­s, el funcionami­ento del Festival de Cantonigrò­s, fundamenta­do en la aportación de 400 voluntario­s, ha dejado de tener sentido.

Desde mi condición de aficionado a la música, de ciudadano curioso, y también como cronista de este diario, he tenido la oportunida­d de seguir el acontecimi­ento desde el primer año, y sólo me he perdido cuatro o cinco ediciones. Me sabe mal que el festival deje de celebrarse.

Mil seisciento­s grupos de música y danza provenient­es de 92 países han participad­o en el festival

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