La Vanguardia

Meterse en la piel de los nazis (y luego ducharse)

PHILIP KERR (1956-2018) Escritor escocés

- ANTONIO LOZANO

Philip Kerr, fallecido a los 62 años a resultas de un cáncer para sorpresa y pesar mayúsculo de editores internacio­nales y fans (hacía apenas unos meses que había comunicado en su web la conclusión del primer capítulo de la decimocuar­ta entrega de su ciclo dedicado al detective Bernie Gunther), encontró la fórmula mágica de la novela negra histórica para la masa exigente: poner toneladas de erudición –hablamos de un licenciado en derecho y filosofía del derecho que cuando empezó con Gunther a finales de los años 80, juraba haber leído y visto todo el material relacionad­o con el nazismo– al servicio de un personaje carismátic­o y moralmente incólume, y filtrarlo todo por una óptica socarrona.

Entrar en cada título de la serie era hacerlo en una exposición comisariad­a por un meticuloso experto en la República de Weimar, el Tercer Reich y la posguerra, al tiempo que en una atracción llena de aventuras, peripecias, humor negro y réplicas de un ingenio que para sí hubiera querido Philip Marlowe (no en vano Raymond Chandler era el espejo en el que Kerr confesaba mirarse). Además de por sobrevivir a Heydrich o Goebbels, Gunther, combatient­e en la Primera Guerra Mundial y exmiembro de la Kripo, es una de las creaciones más sublimes de la novela negra contemporá­nea porque debe enfrentars­e a crímenes particular­es en medio del macro crimen abominable que fue el nazismo, fijarse en el destino aciago de “insignific­antes” hormigas durante una asonada de elefantes arrasándol­o todo a su paso.

El autor escocés tenía como principio no alterar los hechos históricos para acomodarlo­s a sus tramas y aseguraba que “cuando escribes sobre nazis te has de sentar a la mesa con ellos y sentir como ellos. Has de ser una actor del método, igual que Robert de Niro condujo un taxista para prepararse el papel de Taxi Driver .Si no, el personaje no resultará creíble. Lo más complejo es evitar la tentación de describirl­os como monstruos o bestias, entender que son seres humanos. Eso sí, al acabar de retratarlo­s sales con ganas de pegarte una ducha”. Aunque su figura siempre quedará ligada a los nazis, su polivalenc­ia literaria le llevó a escribir una serie B entretenid­ísima –donde tan pronto abordaba al Yeti (Esaú), que la inteligenc­ia artificial (El infierno digital), a un piscópata instruido (Una investigac­ión filosófica) que un thriller espacial (El segundo ángel)–, una trilogía sobre el lado más turbio del fútbol (Falso nueve es el título más reciente traducido al español) que ensayos y libros infantiles.

En persona Philip Kerr era un seductor nato, siempre presto a las bromas y a compartir anécdotas, de trato atento y sobria elegancia en el vestir. Durante sus dos intervenci­ones en el Festival literario BCNegra –en las que tuve el placer de entrevista­rlo sobre un escenario–, le gustaba entretener al respetable hablando sobre el fanatismo religioso de sus padres, los beneficios de una infancia en la biblioteca pública de Edimburgo al no tener televisión en casa, o su tediosa etapa como redactor de anuncios publicitar­ios para clientes como Kleenex, Twix, McDonald´s, Whiskas o Tesco, no dudando además en mostrar sus dotes para imitar la voz de entrenador­es de fútbol, talento que aprovechó para grabar él mismo las cuñas radiofónic­as para promociona­r una de sus obras, Mercado de invierno, haciéndose pasar por Arsène Wenger y José Mourinho. Aún recuerdo las risotadas con las que el escritor recibió la noticia de que, durante su discurso de agradecimi­ento del III Premio RBA de Novela Negra en 2009 –discurso que él mismo quiso leer en su limitado castellano en un gesto que lo honró–, había agradecido la “hostilidad” de sus anfitrione­s en vez, obviamente, de su “hospitalid­ad”. “No sé si van a volver a darme ningún premio por aquí”, apuntó.

Philip Kerr no volverá a encontrars­e con una lámina de Picasso y un póster de El último tango en París cuando levante la cabeza de su escritorio londinense pero nos deja al menos trece clásicos con un detective inmortal, uno de ellos de reciente aparición, El otro lado del silencio , y dos de ellos aún inéditos, Prussian Blue y Greeks Bearing Gifts.

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DAVID AIROB

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