La Vanguardia

Primavera en

Esplendor artístico de los museos de la capital de Francia, con exposicion­es que van de Tintoretto a Corot pasando por Foujita o Van Gogh

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Jean-Baptiste Camille Corot (1796-1875), célebre por sus paisajes –sus “vistas de Italia” serían pioneras del impresioni­smo– fue un excelente retratista. Pero en vida sólo expuso cuatro retratos. Es, entonces, un acontecimi­ento este conjunto de sesenta retratos, reunido por el director de pintura del Louvre, Sébastien Allard. Corot, que se había medido con Delacroix e Ingres, quiso participar, ya mayor, de la revolución encarnada en Degas, Manet y Monet. Allard señala La Dame en bleu, “retrato pintado poco antes de su muerte y en el que renuncia a toda convención clásica, histórica o antigua, para convertir al vestido contemporá­neo en tema pictórico”. Y lo considera “un mensaje dirigido a Manet para indicarle que dejaba atrás el romanticis­mo y el realismo”. ¡Ojo! No se marche sin saludar al cuadro que dio nombre al impresioni­smo, Impression, soleil levant, parte de la mayor colección Monet del mundo: 94 telas, 29 dibujos y ocho carnets. Leonard Tsuguharu Foujita (1886-1968) repartió su vida y su obra entre Japón y París. Con una centena de obras, y el respaldo de algunas de sus compañeros de aventuras en Montparnas­se y en la Escuela de París (Modigliani, Soutine, Zadkine, Pascin), la ex- posición se concentra en su primer periodo parisino, de 1913 a 1931 e incluye los dos dípticos monumental­es (Combats I y II) y Compositio­n au lion et au chien, tres obras de 1928, considerad­as por el artista como sus cuadros mejor resueltos. En la muestra destaca el dibujante seguro, en la senda de Hokusai, devoto de la sumi (tinta negra japonesa). Dandy de los años 20, como Picasso, también se interesa por todos los medios creativos: dibujo, pintura, grabado, fotografía y cine, teatro y hasta costura. La visita empieza en 1913: Foujita, pintor de 27 años, llega a París. Y termina, tras 14 capítulos, el 31 de octubre de 1931: con la excusa de una exposición en Buenos Aires, embarca rumbo a Río, con una joven bailarina y modelo, su esposa, Lucie Badoud, 20 años y una piel tan blanca que Foujita la bautizará Youki, nieve. Ella se irá luego con Robert Desnos pero nunca dejará de amarle. A sus 83 años la norteameri­cana Sheila Hicks, parisina desde 1964, es consagrada por el Pompidou, con una centena de sus obras, de la gran instalació­n a piezas minimalist­as evocadoras del arte precolombi­no, realizadas a partir de 1957. Podría ser también un guiño a la Catalunya textil, porque la originalid­ad de su trabajo es la materia : lana, lino, algodón. Una exposición para ver dos veces, con luz de día y al crepúsculo, que modifica el colorido. Hicks se jacta de haber jugado, en la instalació­n de algunas de sus obras, “con el cielo raso de mi amigo sir Richard Rodgers”, uno de los dos creadores del Pompidou. Son 115 obras entre las que destacan las firmas de Van Gogh, Van

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