No puede ser verdad
Francisco Ferrer Lerín publica el libro de relatos ‘Besos humanos’
Cuenta que en los años ochenta iba a ser profesor de lingüística catalana en la Universidad de Granada, asignatura a la que sólo se había matriculado un alumno el año anterior. El único libro que le ofrecieron era un manual para niños. Pero a Francisco Ferrer Lerín no le importaba, porque estaba allí para culminar su doctorado. El problema fue que el catedrático que iba a dirigir su tesis murió acuchillado por un bedel con el que estaba liado, y al que delató el perfume Varón Dandy que atufaba el lugar. Aquí la editora de Anagrama, Silvia Sesé, pone los ojos como platos. Él insiste: vio la sangre que salía por debajo de la puerta. Ella dice: “No puede ser verdad”.
Ferrer Lerín tiene fama de raro, lo que para Ignacio Echevarría, que le hace de “crítico escolta”, en cierto modo lo desactiva. Si se ha destacado el carácter antipoético de su poesía, dice, ya era hora de introducir una bomba en la narrativa española, “más convencional de lo deseable”. Esa es una de las funciones de Besos humanos, que se presenta en el hotel Condes de Barcelona. Y el autor pregunta quién es el lector de la colección Narrativas Hispánicas. Ya sabe que los de poesía son los mismos poetas. De hecho sabe que en España todo el mundo es poeta. Calcula que en Caravaca de la Cruz, hay ocho poetas por metro cuadrado.
Premio de la Crítica de Poesía en 2010 por Fámulo, Ferrer Lerín es ornitólogo, ha participado en el nacimiento de todos los movimientos ecológicos de este país, y asegura que la gente criada en la ciudad tiene una ingenuidad antagónica a la de campo. Hace años que vive en Jaca, pero los paisajes del Pirineo ya no le emocionan. No quiere mudarse a Andalucía, de donde es su mujer, porque hace demasiado calor. Y viene poco a Barcelona desde que murieron sus padres. Considera que habría que regular el turismo, excesivo como en Sevilla.
Empezó a jugar a póquer para recaudar dinero en defensa del buitre leonado, pero lo dejó cuando sus hijos entraron en la universidad. Le apasionan el lenguaje y las aves carroñeras. Y sí, merecería una biografía. De hecho, tenía un biógrafo que le ponía al día del mundillo cultural, pero formó una familia y desapareció.
Ahora que lo publica Anagrama, a Ferrer Lerín le preocupa dejar de ser un escritor secreto. También le preocupa –con la misma seriedad socarrona– el hecho de no haber evolucionado en los últimos cincuenta años. Según Echevarría, tiene un “estilo incorruptible, nació ya hecho, y la suya es una obra sin picos ni caídas”. Besos humanos “se lee como un libro de relatos exigente con el lector, que debe terminar lo que está esbozado con una implicación casi deportiva”, explica Sesé. Lo que lo diferencia de la lírica es que contiene tiempo y expectativa, no se ciñe a la viñeta o la descripción, añade Echverraría: “Y está lleno de elementos adictivos, como una violencia sorda y un erotismo salvaje, a veces teñido de escatología”.
También hay monstruos, que Ferrer Larín recupera del mundo onírico y quizá de su padre; médico, los coleccionaba en botes de cristal. Su bisabuelo también era apasionado de la teratología. Borges, Faulkner y Trópico de Capricornio, de Henry Miller, han sido fundamentales en su narrativa como Saint-John Perse lo es en la poesía. Ahora está escribiendo una novela. Iba a titularla Vórtex, pero descubrió que esa es la marca de un artilugio que puedes conectar a la lavadora o la aspiradora, y a tu aparato sexual. Funciona como masturbador. No puede ser verdad. ¿O sí?
Autor de una poética heterodoxa, su nueva obra en prosa puede representar una bomba en la narrativa española