La Vanguardia

La muerte de la liga europea

- Santi Nolla

No habrá liga europea. La Superliga, como la llamaban, murió el día en el que Aleksander Ceferin fue elegido nuevo presidente de la UEFA. El funeral se visualizar­á hoy en Roma, donde la Asociación de Clubs Europeos (ECA) celebra su 40 asamblea general. El nuevo reparto económico de la Champions abortó una idea que pretendía separarse del organismo futbolísti­co europeo y permitía a los clubs crear una competició­n propia sin intermedia­rios.

Una reunión entre miembros destacados de la ECA (entre ellos el presidente del FC Barcelona, Josep Maria Bartomeu) y Ceferin fue clave. El presidente de la UEFA dijo que sí a la creación de una sociedad (Club Competitio­ns SA) entre los clubs y el organismo futbolísti­co europeo en el que participab­an como socios y se establecía un nuevo reparto de los ingresos por la Champions que prácticame­nte doblaba el que había.

Barça, Madrid, Juventus y Bayern fueron los promotores de la Superliga, una competició­n que debía separarse de la UEFA y por la que los clubs ingresaría­n directamen­te todo el dinero. Desde FIFA ya les advirtiero­n de que si se seguía en dicho proyecto los clubs que la jugaran no podrían participar en las ligas nacionales. Alguno estuvo dispuesto a correr el riesgo (al Madrid siempre le ha gustado ir solo), pero al final decidieron que se sentarían con la UEFA y si ésta aceptaba ser socia con ellos en el reparto de los ingresos de la Champions descartarí­an la idea. Si no, estarían obligados a llevar a cabo el proyecto. Ceferin aceptó y la liga europea murió.

La Superliga tenía ventajas en el apartado económico, pero más dificultad­es en el deportivo. Primero se

La sociedad entre clubs y UEFA, con el nuevo reparto económico, ha matado la idea de crear una Superliga

debía establecer si era una liga cerrada o abierta. Luego quedaba claro que los partidos se jugarían los fines de semana, con lo que se impedía jugar las ligas locales con los primeros equipos. El reparto se hacía por número de fans, con mínimos garantizad­os; el problema es que los clubs que acabaran en medio o abajo de la tabla no tendrían interés, ya que en sus ligas siempre estaban arriba disputando el campeonato.

La aspiración histórica de una gran liga europea quedó así sólo en un proyecto fallido que sirvió para negociar un mejor reparto económico. La UEFA renunció a parte de sus ingresos para distribuir­los con los clubs, ahora sus socios, y estos se olvidaron de iniciar una guerra que les apartaría de las ligas nacionales. El “producto Champions” se reforzó aumentando los ingresos y se pasó de repartir 2.300 millones de euros a los 3.400 que se darán en la próxima Champions, una competició­n atractiva que acabó por matar el viejo sueño de una liga europea.

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