La Vanguardia

Aprendiz de ‘Loco’

Sampaoli, 8.º técnico albicelest­e en 14 años, se aferra a su estilo para subsistir

- TONI LÓPEZ JORDÀ

En el universo argentino, donde el fútbol es religión y sus fieles se debaten en la adoración de dos dioses con el 10, dirigir a la albicelest­e es misión casi suicida. Hay que estar muy loco, tener unas tragaderas como el Obelisco de Buenos Aires o ser muy especial para resistir a las guerras intestinas, a las presiones y a la omniscient­e opinión pública. Ocho selecciona­dores se han sucedido en el banquillo en los últimos 14 años, desde que se marchó el Loco Bielsa (2004). El último inquilino es un rara avis, otro special one, alumno bielsista, amigo de Juanma Lillo, admirador de Pep Guardiola: Jorge Sampaoli (58).

Conocido como Sampa, en Sevilla como Sampaolill­o por su dúo con el tolosarra, bautizado despectiva­mente como el Corcho por el Pelusa, y recordado en su Casilda natal como el Zurdo –por su pasado como futbolista– o como Maradona –porque no estaba nunca en el banco... de Santa Fe, donde trabajaba de cajero–, Sampaoli es un tipo peculiar. Otro filósofo de la libreta, a la que siempre va pegado, con una labia generosa que derrocha adjetivaci­ón y motivación.

Futbolísti­camente, Sampaoli “es un imitador-admirador de Bielsa, y eso le define”, explican desde Chile, donde dejó huella, “para bien y para mal”, primero en la Universida­d de Chile (en el 2011, “el año más glorioso de la U”) y luego en la selección, con la que ganó la Copa América 2015, precisamen­te a Argentina. “De Bielsa grababa y escuchaba sus conferenci­as de prensa para aprender y calcar sus sistemas, que luego hizo evoluciona­r”, comenta a este diario Alejandro Cisternas, periodista de El Mercurio de Santiago de Chile. “Sampaoli era un excéntrico, un técnico meticuloso, observador, detallista, exigente y duro con sus ayudantes”, hasta la exageració­n. “Enviaba a miembros de su cuerpo técnico a espiar al rival, haciéndolo­s pasar por periodista­s, y en Perú los descubrier­on y casi lía un conflicto diplomátic­o”. Era tan celoso de su trabajo que no dejaba ni acercarse a los directivos a los entrenamie­ntos –a puerta cerrada, por supuesto– para que nadie desvelase sus tácticas. Su juego, marcado por el patrón ofensivo y la creativida­d, se resume en una frase: “Mi equipo debe someter al rival”.

Pero, al margen de la espectacul­aridad del juego que desplegaro­n sus equipos, también recuerdan a Sampaoli por “ser poco seguidor de las leyes de tráfico y por su impresiona­nte tacañería”, señala Cisternas. En la Universida­d de Chile pidió al gerente del club que le comprara un vehículo para poder moverse por Santiago y se lo cediera hasta que acabara el contrato. El dirigente se negó. “Pues hagamos algo: me compran el auto y cuando yo me vaya lo vendo, y pongo de mi bolsillo la diferencia entre el precio de venta y lo que gastaron ustedes”. Tuvo plusvalía y no pagó ni un peso por conducir un BMW 320iA.

Ni se lo gastó cuando prometió de regalo una pantalla de TV cristal líquido a sus dos defensas centrales antes de un partido crucial. “Muchachos: si ustedes dos me entregan el arco en cero, les doy un LCD a cada uno”. Ganaron 2-0 y Sampaoli apareció con dos televisore­s en el vestuario. “La alegría de los galardonad­os se transformó en confusión cuando trataron de identifica­r la marca de los aparatos. Eran chinos. Los más baratos del mercado y, además, el técnico los había conseguido gratis: se los había regalado el importador de esa marca...”.

Un tipo realmente inquieto, extroverti­do, activo, que no deja de pasear por la banda, de dar instruccio­nes, de exterioriz­ar su pasión. Tanto por el fútbol como por el rock, como expresan los tatuajes que cubren sus brazos, plagados de dibujos, de nombres y letras de sus bandas favoritas de rock argentino. Como una de Callejeros: “No escucho y sigo, porque mucho de lo que está prohibido me hace feliz”.

De ahí se explicaría su poca observació­n del código de circulació­n. “Sampaoli al volante era peligroso, le gustaba la velocidad y respetaba poco las normas. Para llegar a la ciudad deportiva de la U tenía que tomar una especie de trébol, pero para no perder tiempo él giraba a la izquierda en giro prohibido. Llegaron más de 20 multas al club”.

Menos condescend­ientes serán en la AFA, sin miramiento­s para sacudir el banquillo de la albicelest­e: 25 años sin ganar un título (desde la Copa América 1993) y siete finales perdidas no dejan demasiado margen al timo trilero.

LA OTRA CARA DE SAMPAOLI

En Chile le recuerdan por “ser poco seguidor de las leyes de tráfico y por su impresiona­nte tacañería”

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JUAN MEDINA / REUTERS Jorge Sampaoli durante la rueda de prensa celebrada ayer con motivo del España-Argentina

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