La Vanguardia

FÚTBOL SIN FRONTERAS

En Egipto ser del Al Ahly o del Zamalek es más importante que ser musulmán o cristiano, crítico o partidario del gobierno: es el DNI.

- Rafael Ramos

Estadios vacíos. Partidos a puerta cerrada, sólo para la televisión. Derbis con árbitros extranjero­s para garantizar la neutralida­d, y con frecuencia en lugares como Abu Dhabi. Violencia. Caos. Politizaci­ón masiva. Un campeón cuando todavía faltan varias jornadas por disputarse. Sobre el papel, parece el campeonato de fútbol más aburrido del mundo.

Pero esa sería una conclusión engañosa, porque si algo no le falta al fútbol egipcio es pasión. Nacida del colonialis­mo inglés y la resistenci­a al mismo, la rivalidad entre los rojos del Al Ahly y los blancos del Zamalek trasciende al balón propiament­e dicho y es una cuestión de clase social, de religión, de identidad nacional y de estatus económico. El odio mutuo entre las dos hinchadas es tan grande que, hasta que el régimen prohibió la asistencia del público a los estadios hace seis años, tras la primavera árabe, los choques entre los dos gigantes cairotas eran una garantía de batallas campales en las gradas y sobre el césped, lanzamient­o de bengalas y cócteles molotov, enfrentami­entos con la policía, cristalera­s de comercios rotos, coches destrozado­s… El árbitro internacio­nal escocés Dallas Green, que lo ha dirigido en una ocasión, dice que en comparació­n un CelticRang­ers es como un partido de solteros contra casados. Y lo mismo se puede decir de un RiverBoca bonaerense o de un Flamengo-Botafogo en Río.

Cuando viajo, me gusta inquirir a la gente si son del Barça o del Madrid, si consideran mejor a Messi o a Cristiano Ronaldo. Y si la respuesta es equivocada (como es habitual en Portugal, por ejemplo), la venganza puede ser terrible. En El Cairo, si uno es curioso por naturaleza y quiere meter la nariz en lo que no le llaman, no inquiere a los recepcioni­stas de los hoteles, barmans, guías turísticos, taxistas, camareros, periodista­s o escritores con quienes se va tropezando por su camino si son musulmanes o cristianos, partidario­s o críticos del gobierno. Lo que pregunta es si son hinchas del Zamalek o del El Ahly. Y más le vale no intentar adivinar la respuesta, porque una equivocaci­ón puede tener consecuenc­ias trágicas.

El fútbol lo trajeron los ingleses en la época colonial, y dicen los egipcios con un cierto sarcasmo que ha sido su único legado cultural de valor, porque aparte de eso se dedicaron a expoliar los tesoros arquitectó­nicos, a venderlos o llevarlos al British Museum. De jugarse en los campamento­s militares a principios del siglo XX dio el salto a la calle y, en 1907 un tal Mustaf Namil fundó el Al Ahly, que se traduce como El Nacional, una organizaci­ón anti elitista para todos aquellos (la inmensa mayoría de la población) que estaban vetados como socios de los exclusivos clubs para extranjero­s de las orillas del Nilo, con sus piscinas y restaurant­es de lujo. Su típico seguidor, todavía hoy, es pobre, vive arracimado con la mujer, la suegra y cinco hijos en un piso de una sola habitación, cumple con mayor o menor rigor los preceptos del Corán, no bebe alcohol, cobra con suerte el salario mínimo y pasa toda la semana esperando el partido del viernes o del lunes (las dos fechas más habituales de la liga egipcia). En vista de ello, exige que su equipo gane, y los rojos de El Cairo no suelen fallar: tienen en sus vitrinas 41 ligas, 36 copas y ocho Champions League de África.

El Zamalek (12 ligas, 25 copas y tres Champions) es todo lo contrario. Nació en 1911, creación de un abogado belga que trabajaba en la construcci­ón de la línea de tranvías de la capital, como el “equipo de todo el mundo”, del que nadie estaba excluido, pero con una actitud cuando menos tolerante hacia el colonialis­mo. Incluso llegó a llevar el nombre Rey

Farouk, teniendo que cambiarlo cuando el monarca fue depuesto por Nasser en el golpe militar de 1952, y adoptando el más neutral de Zamalek, su barrio. “Ni siquiera sabéis cómo os llamáis”, o “sois mitad británicos”, les gritan burlones los hinchas del Al Ahly. Sus seguidores son pequeños y medianos comerciant­es, intelectua­les, escritores, poetas, artistas, clases medias, administra­dores y todos aquellos que no llevan el nacionalis­mo en sus venas.

Los hinchas de ambos equipos se unieron por primera y única vez en la historia con motivo de la primavera árabe, para organizar manifestac­iones y facilitar la caída de Mubarak. Pero el ejército y los estamentos que quedaban del régimen se vengaron poco después provocando una matanza de 74 personas (y un millar de heridos) en un partido entre el Al Ahly y el Al Masri en Port Said. La justicia condenó a muerte a 21 seguidores, y exoneró a los policías implicados.

Los hinchas de ambos equipos se unieron en la primavera árabe para hacer caer a Mubarak

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NURPHOTO / GETTY Los derbis Al Ahly- Zamalek como el de la imagen se disputan a puerta cerrada desde el 2012
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