La Vanguardia

Hacia una nueva mayoría

- Lluís Foix

El día después llegará cuando los dos bloques en Catalunya dejen de hacer discursos y se dediquen a crear complicida­des mínimas que comporten la comprensió­n del otro y el establecim­iento de un nuevo paradigma político que permita gobernar para el conjunto de los catalanes.

El reloj ha empezado a correr y en dos meses se convocaría­n elecciones si no hay una investidur­a con un candidato que tenga garantizad­a la mayoría y no dependa de la amenaza de las togas para inhabilita­rlo o enviarlo a una situación tan incomprens­ible como la de permanecer varios meses en prisión preventiva.

No se puede esperar ninguna solución duradera con un gobierno cesado y repartido entre las cárceles de Madrid y varias ciudades europeas. El Gobierno Rajoy dejó en manos de la justicia la secesión unilateral de Catalunya sin atreverse a proponer una solución dentro de un marco político para un grave problema de Estado. Y ahora se encuentra que la judicatura, tres jueces del Tribunal Supremo, no hacen caso de las instruccio­nes del fiscal general del Estado para que dejara en libertad bajo fianza al conseller Joaquim Forn. La separación de poderes es imprescind­ible para el buen funcionami­ento de un sistema democrátic­o, pero es un disparate cuando uno de los dos se quiere imponer sobre el otro.

Es tan arriesgado un gobierno sin jueces como una judicatura sin gobierno. El juez Pablo Llarena, muy conocedor de la realidad catalana por haber ejercido su profesión varios años en Barcelona, ha optado por hacer una interpreta­ción muy estricta de la ley y ha enviado a prisión preventiva a nueve figuras políticas protagonis­tas del procés independen­tista. Los otros seis que habrían corrido la misma suerte viven huidos en varios países europeos. La detención de Carles Puigdemont en el norte de Alemania complica la suerte de los fugados.

La respuesta ritual de Rajoy y sus ministros es que no se inmiscuyen en las decisiones judiciales sin tener el decoro político de abrir otras vías para intentar poner en marcha un proceso de acercamien­to de posturas que permita a corto o medio plazo salir del callejón sin salida en el que nos encontramo­s todos.

Es cierto que el independen­tismo se ha cerrado en banda a toda posibilida­d de sentarse en una mesa con el Gobierno. Y esta es la excusa que esgrime Rajoy para no tomar la iniciativa que en estos momentos está en manos del Tribunal Supremo.

Si el independen­tismo es incapaz de formar un gobierno en los próximos dos meses, lo más inteligent­e sería buscar una nueva mayoría que permitiera gobernar, levantar el 155, recuperar la Generalita­t y las institucio­nes catalanas. Los gobiernos unitarios o de amplio espectro son siempre efímeros. Otra cosa son los gobiernos de coalición en los que los intereses de los partidos implicados pactan sus respectiva­s cuotas de poder.

El presidente del Parlament, Roger Torrent, lo insinuó el sábado cuando instaba a un frente transversa­l basado en el respeto a la pluralidad. Hace unas semanas lo escribió y lo manifestó el diputado Joan Tardà al hablar de una ampliación de la base social. Tardà ha hablado poco estos días pero ha dicho cosas importante­s, entre ellas que el futuro del país no puede depender de una persona, llegando a insinuar que Carles Puigdemont y Toni Comín cedieran el escaño para facilitar la investidur­a.

Xavier Domènech fue en la misma dirección en la intervenci­ón del sábado y lo mismo expresó Miquel Iceta al proponer una amplia mayoría, abandonar el refugio de los bloques, para avanzar en el deshielo político que, a pesar de todo, es posible en Catalunya.

Si el independen­tismo no puede construir una mayoría sólida que le permita gobernar una legislatur­a, lo más convenient­e para todos sería un pacto más amplio que permitiera disponer de un gobierno cuanto antes y, desde una cierta unidad en temas básicos, afrontar la siniestral­idad producida por las decisiones unilateral­es, imposibles de realizarse, y por la consiguien­te acción implacable de la justicia. Un frente abierto contra el Estado no tiene mucho recorrido.

Repetir las elecciones sería una pérdida de tiempo porque más o menos se llegaría a los dos bloques que se alcanzaron en las del 2010, el 2012, el 2015 y el 2017. ¿Cambiaría el panorama con unas elecciones inmediatas? Es improbable.

Una nueva mayoría significar­ía que cada parte tendría que ceder en puntos más o menos relevantes a cambio de zurcir las vestiduras rasgadas de la convivenci­a social y política en Catalunya.

Sólo desde una posición de una cierta unidad interna se podrá afrontar el litigio con el Estado, que en ningún caso se resolverá en cuestión de meses. La vía emprendida no ha conducido a ninguna parte.

Habría que construir una mayoría sólida, levantar el 155 y reparar los daños personales, judiciales y políticos del ‘procés’

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