Padres y madres quemados por buscar la excelencia
La exigencia en la educación de los hijos causa trastornos en el comportamiento
Amalia tiene 47 años y tres hijos de 15, 12 y 8 años. El mayor lleva un tiempo diagnosticado de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y está medicado. Su rendimiento académico no mejora y ahora empieza a quejarse de la medicación. El chico se opone a todo, especialmente a aquello que le dice su madre. La pequeña padece miedos nocturnos y Amalia pasa muchas noches en su cama. La mediana, hasta ahora con un comportamiento más tranquilo, está últimamente más nerviosa de lo normal. Ha empezado ESO y el trato de algunas de sus nuevas amigas no es el que esperaba cuando dio con toda la ilusión del mundo este salto educativo.
El padre no esconde su preocupación por la tarea extra en la educación de los tres hijos. Empieza a tener una sensación de impotencia y parece haber tirado la toalla con el convencimiento de que los problemas se evaporarán y todo volverá a la normalidad. Amalia lo lleva mucho peor. Se ha derrumbado porque está agotada. No tiene tiempo para atender tantos frentes abiertos. Escuela, tareas de casa, médicos, psicólogos... Cuando se le pregunta cómo le fue a ella de niña, responde que su madre era mucho más rígida y fuerte que ella. Así que siempre tuvo la sensación de que llevaba muy bien la crianza de los hijos.
El relato ha sido recogido en una de sus sesiones por José R. Ubieto, psicoanalista y coautor de Niños@s Híper (Ned, 2018). La historia de Amalia encaja en el perfil de la madre quemada, lo que ya se conoce como burnout parental. Lo mismo que le pasa al trabajador agotado y desbordado por sus tareas laborales, pero trasladado a la tarea de educación y crianza de los hijos. Todo esto ocurre, apunta Ubieto, “con padres que quieren ser más fieles que nunca a sus hijos, sin fallar en su tarea de educadores, como si fuesen sus salvavidas. Pero al mismo tiempo esa exigencia puede generar mucha angustia cuando ese progenitor tiene miedo a equivocarse y no cumplir con su parentalidad positiva. Centrarse sólo en la hija o hijo, casi como un estilo de vida, genera agotamiento emocional”.
La obsesión de algunos padres en las tareas de cuidado y control de los hijos queda plasmada en el capítulo Arkangel de la última entrega de la serie Black Mirror. Ha sido dirigido por Jodie Foster y la historia está protagonizada por una madre y su hija menor, a la que lleva a un centro médico futurista
FAMILIAS SUPERADAS El distanciamiento de los hijos y el agotamiento emocional, síntomas de alarma
para que la sometan a una intervención en el cerebro. Esa operación quirúrgica permitirá a la madre ver en todo momento lo que pasa por delante de los ojos de su hija, saber siempre dónde está (eso ya lo permiten otros dispositivos) y controlar las emociones de la niña hasta el punto de filtrar aquellas escenas (la niña las ve borrosas) que puedan crear miedo o angustia a la menor. Para evitar spoilers, sólo cabe añadir que ese férreo control –en este caso elevado a su grado más extremo al querer controlar la madre las emociones y sentimientos de su hija– no acabará bien.
Arantxa Coca, psicopedagoga familiar, recalca que hay que tener mucha precaución con el término “síndrome” al hablar de este agotamiento emocional de madres y padres. Es cierto que hay progenitores quemados, pero en la mayoría de casos esos cuadros son pasajeros (tampoco sería correcto hablar de enfermedad) y hay que situarlos “en momentos provisionales vinculados a variables contextuales”.
¿Qué es lo que más quema hoy a madres y padres en la tarea educativa de sus hijos? Responde Arantxa Coca: “En el caso de los menores, hay una mayor exigencia para cubrir más necesidades, son más egocéntricos (pequeños reyes), conocen muy bien cual es su rol; se detecta también un descenso de la cultura del esfuerzo y la sobreexposición a la pantalla ha convertido a los menores en más individualistas”.
En lo que afecta a los padres, esta psicóloga destaca que muchos progenitores están superados por el esfuerzo laboral, “lo que resta energía para la crianza y reduce la capacidad de aguante”. También se ha instaurado en muchas familias “un estilo práctico
LOS NIÑOS, PEQUEÑOS REYES Están desbordados por las actividades, son más individualistas y conocen bien su rol
de crianza, a veces con pocos conocimientos sobre esa tarea, que desatiende aquello que no es de solución rápida”.
Cuando coinciden varios de esos comportamientos, en el mundo de los hijos y en el de madres y padres, es cuando todo puede saltar por los aires. La especialista en psicología infantil Silvia Álava coincide con Ubieto en que el error de muchos proge-
LOS PROGENITORES, AGOTADOS
El entorno laboral les exige mucho esfuerzo y apenas les queda energía al llegar a casa
LA CAMPAÑA
Bélgica es el primer país que ofrece ayuda pública a familias superadas en la crianza
nitores es “intentar satisfacer su ego a través de sus hijos”. Obsesionarse con proyectar su imagen en los niños. “Y las madres y padres –continua esta psicóloga– deben de realizarse por sí mismos, nunca a partir de sus hijos”.
Marcarse un nivel de autoexigencia en la educación de los hijos tampoco es una buena receta. “Hay que ser realistas, saber hasta dónde podemos llegar y cuáles son los límites de las exigencias a los hijos”, indica Álava. En la actualidad niños y padres suelen estar ya superados por el exceso de actividades exigidas a los primeros y la saturación laboral de los segundos. A todos les queda muy poco tiempo para la conciliación familiar. “La sociedad actual es mucho más exigente tanto con los padres como con los hijos”, añade esta especialista en psicología infantil, autora del libro
Queremos hijos felices.
Nadie niega, aunque de momento no pueda hablarse de sín- drome o enfermedad, que cada día hay más madres y padres quemados. Un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychology, basado en entrevistas a dos mil familias con hijos, recoge que el trece por ciento de esos progenitores manifestaron estar exhaustos, agotados emocionalmente por la educación de sus hijos. Un estado que repercutía en su rendimiento laboral.
Esta realidad ha provocado ya la reacción de algunos países, como Bélgica, en el que las autoridades han impulsado hace poco una campaña institucional para ayudar con fondos públicos a esas madres y padres que se ven superados en su tarea educativa de los hijos. El Ministerio de Salud belga ha repartido folletos en los que se apunta que hay que pedir ayuda cuando se detecta agotamiento en la crianza, distanciamiento con los niños y pérdida de eficiencia en el papel de progenitor.