La Vanguardia

Luke Syson

COMISARIO ARTÍSTICO

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Luke Syson, del Metropolit­an de Nueva York, es uno de los responsabl­es de Como la vida, esculturas hiperreali­stas del 1300 hasta hoy: obras del Greco, Rodin, Louise Bourgeois o Jeff

Koons junto a piezas arqueológi­cas o maniquíes.

Una réplica tan exacta de la realidad que se asemeja a la misma realidad. A la que se sale del ascensor en la cuarta planta del Met Breuer, al recién llegado le puede sorprender que todavía esté ahí el pintor de brocha gorda.

Y sin haber acabado de dar la segunda mano al tabique.

Cuentan en este museo, extensión de Metropolit­an, de la avenida Madison, en el Upper East de Manhattan, que ha habido quien se han dirigido a este trabajador para formularle alguna pregunta.

Podría pasar por una de esas estatuas humanas que se ven en parques o calles y que piden una propina, pero no. Este pintor sólo emerge en su condición de bronce policromad­o. No pide nada.

Abre la senda a un territorio que se libera y huye del anatema contemporá­neo de la abstracció­n. Aquí, las cosas, muy claras.

El negro Houspainte­r II es una obra hiperreali­sta de Duane Hanson –“provocació­n simbólica que ataca el asunto del racismo y la desigualda­d social”, se lee en el texto de pared– que establece desde el principio las bases de esta exhibición de título inequívoco. Como la vida: escultura, color y el cuerpo, reúne en torno a 127 representa­ciones pergeñadas desde el 1300 hasta la actualidad, en las que el autor persigue hacer una réplica exacta del ser humano y de sus circunstan­cias. “Es un espectácul­o alucinante de buenas y pesadas –aunque ello no sea malo– formas: hipercarga­do de sensacione­s”, escribe Peter Schjeldahl en The New Yorker.

De la existencia de ese pintor de brocha gorda con que se arranca se transita –desde elementos de gran belleza como la bailarina de Degas hasta objetos kitsch, de dudoso gusto o el autómata que recita frases de Shakespear­e y de Blade runner– hasta una especie de morgue con la que se concluye en la tercera planta.

Ahí se ubica, cerca del féretro con “el presidente John F. Kennedy” ideado por Maurizio Cattelan en el 2004, la autoescult­ura del vivo Paul McCarthy. Tumbado panza arriba –Paul soñando, vertical, horizontal–, aparece vestido, aunque con los genitales al aire. Entran ganas de decirle que se suba los pantalones, que en esta época se arriesga a una denuncia por acoso sexual.

“Recreamos a lo largo de 700 años una serie de piezas realizadas persiguien­do que tuvieran la imagen de una persona en el núcleo de una escultura inanimada”, explica Luke Syson, uno de los comisarios de esta exposición inaugurada el pasado fin de semana y que se prolongará hasta el próximo 22 de julio.

“Los artistas utilizan todas las tácticas para convencer a los que miran de que ante ellos tienen a un ser humano, a veces uno profundame­nte muerto”, añade. “Es un extraordin­ario esfuerzo por crear simulacros de nosotros mismos, y esto es lo que exploramos”, matiza Sheena Wagstaff, la otra responsabl­e de la exhibición.

De manera intenciona­da se renuncia al orden cronológic­o. Se busca establecer diálogos entre épocas. Al torturado San Sebastián de Alonso Berruguete (siglo XVI) se le coloca junto al palestino, obra del 2017, de Reza Aramesh, que mantiene una pose similar, al que humilla un soldado israelí al obligarlo a desnudarse.

La figura femenina de René Magritte se asocia con Pandora,

A muchos les ha sorprendid­o descubrir una figura de mujer realizada por El Greco

Dentro de la estatua del pensador Jeremy Bentham se halla su esqueleto

En ‘Como la vida’ hay de todo, desde pieza extraordin­arias hasta otras de gusto dudoso

una sorpresa para no pocos porque su autor es El Greco.

El despliegue se articula en torno a siete capítulos. En el denominado “deseo de vivir” se marca la filosofía global. Así, se remarca que los críticos, durante siglos, han condenado los trazos extremos del naturalism­o. Pero desde el poeta Ovidio y el mito de Pygmalión, cuyo deseo por la estatua de su mujer hace que cobre vida, el impulso de “animar” a estas composicio­nes ha sido innato.

La cultura occidental favoreció además la narrativa de la escultura monocroma, blanca, como ideal de belleza que potenciaba una visión racial. Este ideal data del Renacimien­to, cuando “limpiaron” muchas esculturas. Al color se le dio la condición de bastardo o de carnavales­co.

“Cualquiera que vaya encon- trará objetos que le impresiona­rán”, remarca Debra Solomon en su comentario para la NPR, la radio pública. Si hay un talón de Aquiles es que “no se hace justicia al arte contemporá­neo”, en el que se prescinde de copiar el cuerpo y se interpreta a partir de asuntos como ¿quién decide mi género? Según Solomon, el fallo es que no se abordan cuestiones políticas alrededor del cuerpo.

Le replica Syson: “Es un trabajo sobre la condición humana, el amor, el deseo, la muerte, la enfermedad. Es un show de arte y también sobre nosotros mismos, nuestra común humanidad”.

La estatua del filosofo y reformista británico Jeremy Bentham, de 1832, ejerce de relicario. A petición del interesado, contiene su esqueleto, sus huesos.

Real como la vida misma.

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The whistlers (las que silban), de Tip Toland, mientras que en la...
Quiénes son En la parte superior, el pintor y el ama de casa –ambos de Duane Hanson–, y a su lado, la estatua del filósofo Jeremy Bentham que contiene sus huesos. Junto a estas líneas, The whistlers (las que silban), de Tip Toland, mientras que en la...
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FRANCESC PEIRÓN

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