Conflictos enquistados
Las propuestas aprobadas en el Parlament de Catalunya a favor de rehabilitar a los políticos independentistas en prisión o fuera de España; y la estrategia diplomática que ha llevado a Kim Jong Un a China.
UNA vez confirmado el viaje sorpresa del líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, a Pekín, donde se entrevistó con el presidente chino, Xi Jinping, parece claro el doble objetivo de esta visita: por un lado, romper el aislamiento y restablecer los lazos con China tras unos años de distanciamiento y, por otro lado, enviar un mensaje al presidente Trump ante su previsible cumbre en mayo de que China vuelve a estar del lado norcoreano.
Era impensable que Kim Jong Un se reuniera con su homólogo surcoreano Mun Jae In el próximo mes de abril y probablemente con el presidente Trump en mayo sin antes haber reconducido las frías relaciones entre Corea del Norte y China. Por ello Kim no ha dudado en usar su tren blindado en su primera visita al extranjero como líder norcoreano, sabedor de que no podía sentarse a negociar con Estados Unidos sin tener asegurado el respaldo y apoyo chino. Pekín es el principal valedor político y económico de Corea del Norte pero las relaciones se habían enfriado considerablemente por el desarrollo del programa nuclear norcoreano, al punto de que Pekín ha aplicado los últimos meses las sanciones impuestas por la ONU a Pyongyang. Tras la entrevista Kim-Xi, en la que el primero se comprometió a la desnuclearización de Corea del Norte, el acercamiento asegura por un lado que los intereses chinos estarán protegidos en la cumbre Kim-Trump y, por otro lado, otorga a Corea del Norte una red en caso de que fracasen las negociaciones. Pekín, además, recupera su papel de pieza clave en el diálogo sobre la desnuclearización.
Mientras el presidente Trump –informado por Xi Jinping– se mostraba ayer exultante ante su próximo encuentro con Kim e insistía en que la campaña de presión a Pyongyang está dando sus frutos y hay que mantenerla, Corea del Norte considera que rehacer los lazos con China le supone un paraguas para aminorar el impacto de las sanciones y elevar aún más el coste de una hipotética acción militar americana. Kim Jong Un ha afirmado estar dispuesto a abandonar su programa nuclear si Estados Unidos garantiza su seguridad y la supervivencia del régimen norcoreano, y ello es más probable si tiene de su lado al gigante chino.
Sin embargo, la ofensiva diplomática de Kim Jong Un –en tres meses se verá con los líderes chino, surcoreano y estadounidense– puede no ser suficiente si no se crean también las condiciones de confianza bajo las cuales Pyongyang se sentiría lo suficientemente seguro para poner en marcha la desnuclearización al tiempo que se mantiene la vigilancia sobre la proliferación atómica norcoreana y la capacidad de disuasión. Y eso no será fácil.