Rusia vuelve a ser el enemigo
La expulsión masiva de un centenar de diplomáticos rusos de Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y Ucrania es un hecho sin precedentes en las relaciones de Occidente con Rusia. Ni en los tiempos más tensos de la guerra fría se había producido una respuesta tan contundente para echar a tantos espías rusos camuflados como diplomáticos en las embajadas del Kremlin.
Los espías abundan en el mundo de la diplomacia. Los ha habido en todos los tiempos y en todos los gobiernos. Suelen tener un trabajo en un consulado o en una embajada. O trabajan por cuenta propia como académicos o agentes comerciales. Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia los han reclutado en los ámbitos sociales e intelectuales más inesperados.
Esta sacudida de expulsión de espías nace de un incidente que no tendría que tener consecuencias tan rotundas. El 4 de marzo se utilizó una especie química para envenenar a Serguéi Skripal, un exespía ruso que vivía con su hija en la ciudad inglesa de Salisbury.
La sorpresa es que Donald Trump ha expulsado a 60 rusos que Washington considera espías entre los que se cuentan doce que trabajan en las Naciones Unidas. Alemania, Francia, Polonia, España, República Checa, Lituania, Dinamarca, Italia, Ucrania y Canadá han expulsado en total más de treinta.
Esta operación colectiva se produce con Gran Bretaña en trance de separarse de Europa y con un Donald Trump que ha sido acusado de beneficiarse de las órdenes de Putin para maniobrar en las redes sociales que le habrían ayudado a ganar las elecciones en Estados Unidos.
El exespía Skripal y su hija se recuperan del intento de asesinato por un gas letal, una práctica habitual del
La libertad de las redes sociales se está convirtiendo en una nueva forma de voluntaria esclavitud
Kremlin con los enemigos políticos en el exterior. Pero esta reacción no puede obedecer sólo a un caso concreto.
La reciente victoria de Putin, que le permitirá ser presidente hasta el 2024, inquieta a Europa y a Estados Unidos, que saben de las intenciones de Putin para recuperar el prestigio y territorios perdidos en el desmoronamiento de la Unión Soviética en 1991.
La mutua expulsión de espías o diplomáticos tiene poca incidencia real. Pero son gestos que significan una desconfianza mutua de fondo. La denuncia a Facebook y a la empresa Cambridge Analytica por haber manipulado los perfiles de cincuenta millones de clientes con fines políticos tiene mucho que ver con este nuevo campo de batalla abierto en las relaciones internacionales que escapan del ámbito de la diplomacia y también del espionaje clásico.
La libertad que facilitan las nuevas tecnologías se está convirtiendo en una nueva forma de esclavitud que hemos suscrito con empresas occidentales que ventilan nuestra intimidad con los datos que voluntariamente les hemos entregado. Rusia ha utilizado la tecnología occidental para defender intereses poco claros.