El ‘killer’ de perros y gatos
Condenado a cuatro meses de prisión el autor de la muerte de 29 mascotas envenenadas
Podría servir de argumento inspirador para una serie de Netflix sobre asesinos en serie (tal vez de poca monta); o para promover una campaña efectista de los defensores de los derechos de los animales para alertar a los dueños sobre los peligros a que están expuestas las mascotas. Lo que al principio fue un extraño goteo de muertes de perros y gatos que caían en extrañas circunstancias al final se convirtió en una matanza en toda la regla que movilizó al cuerpo de Agents Rurals de la Generalitat en busca del killer.
Al largo de todo el año 2006, vecinos del pueblo de Vinyols i els Arcs (Baix Camp) fueron denunciando la muerte de perros y gatos en extrañas circunstancias. Las mascotas, tras un paseo por una de las rieras del pueblo, morían con convulsiones, de manera agónica, con un sufrimiento lento que dejaba entrever que habían sido víctimas de un envenenamiento. En todos los casos, los animales, acompañados del dueño, habían hecho un pequeño paseo por el arroyo del Regueral, tras el cual se desencadenaba la tragedia. Todo indicaba que eran muertes intencionadas.
Los agentes siguieron la pista, que les condujo a una zona de alta actividad cinegética. Y al final, determinaron que el causante de aquellas muertes en serie era una persona relacionada con el uso de venenos en la caza, una práctica ilegal y no selectiva, que sirve a los cazadores para reducir el número de depredadores que habitualmente compiten con ellos a la hora de capturar conejos o perdices. “Para preservar la caza de conejos y perdices, usan venenos que eliminan sus competidores, como el zorro u otros”, explica Anna Sirvent, jefa de área regional de los Agents Rurals. Fue así como fueron interceptadas dos personas cuando colocaban el veneno, lo que permitió cerrar la lista negra: 19 perros, 10 gatos, un zorro y una garduña. El método se había estado usando durante años.
Las necropsias corroboraron que los animales morían envenenados por un veneno muy tóxico, prohibido en el 2007. Colocado en producchos tos cárnicos o en el pescado, atraía a todos los carnívoros, incluidos los perros y los gatos que eran sacados a pasar por su amos. “En algunos casos, la fabricación de los cebos era muy profesional, y esto provocaba que los animales, al ingerir el veneno, no murieran inmediatamente, lo que les provocaba una muerte lenta y agónica”, explica Sirvent. Los agentes denunciaron los he- ante el juzgado penal 1 de Reus, que acabar de condenar (¡11 años después!) a un vecino de Vinyols i el Arcs a una pena de prisión de cuatro meses y al pago de una indemnización por provocar las muertes. La indemnización deberá fijarse tras la valoración que hagan los dueños de las mascotas (incluidos gastos veterinarios). El juez, además, cerró por dos años el coto.
El uso de veneno en la caza sigue estando muy extendido en España “porque las administraciones no están siendo eficaces para atajar un problema”, señala Theo Oberhuber, portavoz de Ecologistas en Acción. Entre las especies en peligro más afectadas por el veneno destaca el milano real y el lobo ibérico, aunque siguen siendo numerosos los casos que afectan al águila imperial, el buitre negro y el buitre leonado. Especialmente dañinas son las muertes relacionadas con especies tan escasas como el quebrantahuesos, el alimoche, el águila perdicera y el lince ibérico.
El veneno se sigue empleando extensamente para matar animales predadores con fines cinegéticos (en un 48,1 % de los casos) y ganaderos (en un 31,5 % de los casos). También, bajo un discutido amparo legal, se usa para tratar presuntas plagas agrícolas como la de topillo en Castilla y León. El mayor número de casos se da en esta comunidad y en Castilla-La Mancha.
El veneno es usado por cazadores para matar animales que son competidores de sus capturas