Relanzar Barcelona
Ante la situación que ha sufrido la imagen de Barcelona en los últimos tiempos, corroborada por una caída del turismo que es un hecho y no sólo un temor o una amenaza, el Ayuntamiento de la ciudad se ha planteado una reflexión para determinar cuáles son hoy las cualidades que Barcelona tiene y tendría que proyectar en el mundo (la marca Barcelona ). Y como hacerlo en los nuevos tiempos que corren.
Empezaré por aquí. Una promoción renovada tendría que asimilar correctamente los cambios y las tendencias más relevantes del contexto global en que nos movemos. Tendría que adoptar, evidentemente, un lenguaje actual que se entienda bien en todas partes y que sea atractivo hoy y lo siga siendo mañana. Tendría que utilizar eficientemente los nuevos canales, medios y tecnologías a nuestro alcance, además de los tradicionales. Todo esto no es lo más difícil, y además nosotros tenemos la suerte de contar con sobresalientes profesionales experimentados, creativos y capaces, que están considerados entre los mejores.
Pero entonces, ¿cuáles son las cualidades y los valores específicos y diferenciales de nuestra ciudad que convendría transmitir? Yo estoy convencido de que no son otros que los que dieron un gran éxito a su reposicionamiento internacional emprendido después de la recuperación de la democracia. A saber:
Que Barcelona es al mismo tiempo una gran ciudad metropolitana y una ciudad de medida humana. Reúne las cualidades propias de una concentración urbana potente y las de una ciudad europea amable, fácil de absorber, de abarcar y de andar. Destaca su condición de ciudad transformada, moderna y equilibrada, que se mostró en el mundo con ocasión de los Juegos Olímpicos de 1992.
Que Barcelona reúne los valores de la afabilidad, la cortesía y la proximidad, que seguramente se deriven de que la Barcelona moderna es una ciudad hecha en buena medida por sus propios ciudadanos, en contraste con lo que es la fisonomía de las grandes capitales dibujadas normalmente desde el poder gubernamental.
Que Barcelona destaca por la calidad de ciudad intensamente urbana, de altísima proximidad y de gran diversidad de conexiones entre personas, actividades y espacios. Si las ciudades son desde siempre oportunidades para el contacto entre personas, Barcelona lo es en grado superlativo.
Que Barcelona es una ciudad segura en un sentido muy amplio, no sólo en el sentido de la seguridad física estricta sino en uno mucho más amplio: seguridad alimentaria, seguridad jurídica, un sistema hospitalario moderno y un transporte público eficiente.
Que Barcelona es una ciudad cosmopolita y abierta, que integra a los visitantes como ciudadanos, como ciudadanos temporales. Visitantes atraídos por la geografía
Una proyección renovada de la ciudad en el mundo tendría que partir de un alto nivel de autoestima
y la climatología, la calidad de infraestructuras y servicios, y su relación privilegiada con el mar.
Que Barcelona tiene un patrimonio arquitectónico que otorga una personalidad especial a la cultura viva, desde la popular hasta la más vanguardista, en la literatura, la música y la danza, las artes plásticas, el diseño y la gastronomía. Esta riqueza y esta personalidad están más estrechamente relacionadas con la vitalidad de un tejido comercial envidiable.
Además, Barcelona hoy suma a su tradición industrial y comercial un creciente peso en el desarrollo de las nuevas tecnologías y la investigación.
Dicho esto, y dado que no tendría sentido pretender proyectar aquello que no somos o no tenemos, la pregunta obligada es la siguiente: todo esto ¿sigue siendo cierto? Yo creo que fundamentalmente sí, aunque algunos de estos valores y cualidades necesitan un buen impulso, ciertamente.
Para acabar, volvemos al cómo tendríamos que hacerlo, para afirmar sin ambages que una proyección renovada de Barcelona en el mundo tendría que partir de un alto nivel de autoestima. Hay motivos, y los otros nos los reconocen. Es el momento de plantear un esfuerzo serio de relanzamiento de la proyección de Barcelona.