La Vanguardia

Martin Garrix

El festival Daydream se hace un hueco en la escena musical y lleva al circuito de Montmeló a miles de incondicio­nales de la electrónic­a

- Luis Benvenuty Montmeló

DJ

El prestigios­o festival de música electrónic­a Daydream desembarca hoy y mañana en el circuito de Montmeló con cuatro escenarios, amplios servicios complement­arios y algunos de los mejores dj como Martin Garrix o Steve Angello.

Uno cruza la zona de aparcamien­to habilitada en los alrededore­s del circuito de velocidad de Montmeló y los maleteros abiertos y los altavoces a toda pastilla le dicen que el Daydream no es el Primavera Sound, ni el Cruïlla, ni ese otro que hacen en Bilbao… Aquí los bajos se te meten muy dentro. Algunos asistentes vienen de Rusia; otros, de Suiza, y un montón, del País Vasco. “Porque en el norte no hay modo de escuchar todo esto –dicen los vascos–, un poco en Bilbao, pero a todos los demás nos tienen a dos velas con tanto reguetón. Si quieres un cartel como este, un cartel cañero de verdad, de tecno, de música electrónic­a, tienes que venir aquí, ¡nunca había visto nada parecido!”.

Unos van disfrazado­s de unicornio, otros de mimo, unos pocos de bailarinas de ballet… Al caer la noche uno tiene la impresión de haberse caído de cabeza en una película de Tim Burton en la que todos los fotogramas se suceden superacele­rados, a una velocidad vertiginos­a.

El peregrinaj­e festivaler­o es la nueva forma de hacer turismo: un par de días a por todas y luego alguno más de visita por la ciudad, de visita un tanto onírica. Esta costumbre es ya del todo convencion­al. No tiene nada de alternativ­a. La mayor parte del público siempre es de fuera. Pero los peregrinos del Daydream son más duros, más golfos, más gamberros… “Vamos a darlo todo, tío, ¡todo!”. Aquí hasta los saludos son diferentes, bien diferentes a los que se dan en otros saraos festivaler­os. “Sí, tío, ¡a muerte!”. Aquí resultan un poco más inquietant­es.

Porque la música electrónic­a exige un sacrificio que nunca pidió el melodioso y azucarado pop. En el Daydream no se anda tanto como en el Primavera Sound, no te destrozas las piernas de escenario a escenario, pero se baila mucho más, se baila hasta reventar. “Al Daydream hay que venir –continúan los vascos–. Es diferente a todos los demás festivales. Yo lo conocí en Bélgica y cuando vi que por fin lo hacían más cerca, en Barcelona…, pues me pillé las entradas”.

Toda esta escenograf­ía de mundo de fantasía con aires de parque de atraccione­s se la inventaron en Bélgica. Allí en el norte de Europa ya llevan cerca de una década de Daydreams. En México también celebraron ya un par de ediciones. Este año también se estrena Shanghai. El escenario principal tiene la forma de un castillo de ensueño. Uno espera que por los caminos en cualquier momento se le cruce un gnomo de sombrero rojo. Los unicornios con gafas de sol no desentonan.

Las bailarinas de ballet, tampoco. Los mimos, en cambio…

Sí, el Sónar es otra historia. El Daydream quiere ser mucho más lúdico, mucho más festivo. Aquí no tienen complejos en intercalar algunos temas bien comerciale­s y conocidos para oxigenar la atmósfera. Aquí comulgan las últimas estrellas revientaes­tadios del mundo de los platos y también las leyendas que reinaron en los aparcamien­tos de tantas discotecas instaladas en polígonos industrial­es en los años noventa.

Hablamos de los números uno del momento según la prensa especializ­ada, del holandés Martin Garrix y del dúo belga Dimitri Vegas & Mike Like, y también de Marco Carola y de Paco Osuna. Lo chungo es que a la hora de comprar tickets la compra mínima es de veinte euros. “Yo es que sólo quiero una cerveza, estoy currando…”. “Pues la compra mínima es de veinte euros”.

Los promotores del Daydream barcelonés se hicieron con los derechos de la marca en España, Argentina, Canadá y República Dominicana durante siete años. Pueden montar este sarao en todos estos países, incluso de manera simultánea. Pero su primera experienci­a es la barcelones­a, la de Montmeló. Si durante estos dos días todo va bien, si realmente quedan convencido­s de que tienen un nicho de mercado por estas latitudes, repetirán el año que viene, en Montmeló o en otro lugar cercano. En principio querían celebrar esta fiesta en La Roca del Vallès, en un recinto donde podrían congregar hasta 60.000 personas en un par de días. El circuito de velocidad, en cambio, tiene una capacidad de 25.000 por día.

Hubo un tiempo no tan lejano en el que por aquí, por el Vallès Oriental, el tecno se escuchaba en descampado­s muy clandestin­os. Pillabas números de teléfono en las tiendas de música alternativ­as del barcelonés barrio del Raval y te enterabas de la localizaci­ón exacta en el último momento. Al final tenías que esforzar el oído para saber de dónde venía la música. Al final, el sistema termina por asimilarlo todo.

“Si quieres un cartel cañero de verdad, tienes que venir aquí, ¡nunca había vista nada parecido!”

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 ?? ÀLEX GARCIA ?? Una imagen del escenario principal del festival de música electrónic­a tomada ayer en Montmeló
ÀLEX GARCIA Una imagen del escenario principal del festival de música electrónic­a tomada ayer en Montmeló
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ÀLEX GARCIA Un detalle del público asistente
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