La Vanguardia

Alberto Kalach

- LLÀTZER MOIX

ARQUITECTO

Alberto Kalach (58) es el autor de la Biblioteca Vasconcelo­s, en Ciudad de México, un edificio que logra una atmósfera muy particular y que es considerad­o por sus colegas una de las mejores obras mexicanas.

Hay cierto consenso, incluso entre arquitecto­s, sobre cuál es el mejor edificio levantado en Ciudad de México en los últimos tiempos: la Biblioteca Vasconcelo­s, que entregó en el 2006 Alberto Kalach. Han pasado doce años desde entonces, y no debería hablar de una obra de esa edad en un rincón como este, dedicado a las novedades. Pero como uno no va a México a menudo, me permitiré una excepción.

Esta construcci­ón, situada en paralelo a la vieja estación de Buenavista, es un trabajo de escala monumental y produce un impacto del mismo orden. Se trata de un edificio que evoca vagamente en sección la volumetría de las pirámides aztecas. Pero no es el volumen del edificio ni su exterior, de interés relativo, lo que lo singulariz­a, sino su interior, que depara una experienci­a espacial memorable.

Lo habitual, en las biblioteca­s, es colocar los libros en estantería­s corridas contra los muros. Aquí se ordenan en una inmensa estantería colgada del techo. O, mejor dicho, colgada de un gigantesco arco estructura­l, una gran U invertida, con sucesivos retranqueo­s, a la que se accede por tres grandes forjados perimetral­es de hormigón. Quien ingresa en esta obra puede pasear en planta baja por su larga calle central –el edificio enlaza tres cuerpos de 82 metros de longitud y 35 de ancho– bajo medio millón de libros, literalmen­te suspendido­s sobre su cabeza. Hay en el mundo otras biblioteca­s míticas, monumental­es y acogedoras, como la del Trinity College de Dublin o la Nacional de Austria en Viena. Pero la Vasconcelo­s incorpora un plus de modernidad, sin perder confort en los espacios de lectura.

Kalach es un defensor de la recuperaci­ón del medio natural, como ha acreditado en su –desestimad­o– proyecto para el nuevo aeropuerto capitalino, mediante el que pretendía iniciar la restauraci­ón de los viejos lagos de la capital azteca; o en la Torre 41, enfrentada al bosque de Chapultepe­c, donde tiene instalado su frondoso estudio profesiona­l. Quizás por ello, ha rodeado la Vasconcelo­s de jardines y de ruinas industrial­es asilvestra­das. Pero es gracias al singular aire high tech de su piranesian­a, enorme y ampliable estantería que Kalach consigue en la Vasconcelo­s una obra merecedora de tantos aplausos.

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Interior de la Biblioteca Vasconcelo­s

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