La Vanguardia

Josep Puertas

Con dos prótesis de cadera y 54 años, Josep Puertas se sintió un crío al volver a competir

- Sergio Heredia

KARATECA

Josep Puertas (54), en su día medallista en los Mundiales de karate, se propuso volver a competir con dos prótesis en las caderas después de superar una larga rehabilita­ción. Lo consiguió y fue bronce en el Campeonato de Catalunya.

Lo mejor de la vida son las ilusiones de la vida

Balzac

En la víspera, Josep Puertas se vio incapaz de dormir.

–Estoy nervioso, no lo entiendo –le decía a Neus, su mujer.

Y ella arqueaba las cejas. Estamos en febrero. Josep Puertas regresaba a las competicio­nes. Tras casi veinte años fuera de juego, volvía a enfundarse el karategi. Tenía 54 años y dos prótesis de cadera. Le esperaban en el Campeonato de Catalunya. La familia iba a ir a verle a Esparrague­ra.

De aquella aventura, Puertas no esperaba gran cosa. No buscaba el título ni el dinero. Si acaso, la oportunida­d de premiarse a sí mismo.

–Me lo había dicho cuatro años antes, cuando me apoyaba en las muletas, rehabilitá­ndome de las operacione­s. También se lo dije a mis alumnos: ‘Si me recupero, me daré un premio. Ya lo veréis’.

Allí estaba ahora, en la víspera de su aventura. Y sin embargo, no podía dormir. –Pero ¿por qué? –le pregunto.

–Así es esto. Había superado cuatro años de dolor y sufrimient­o. Iba a enfrentarm­e a rivales que podrían ser mis nietos. Algunos tienen 18 años. En algunos casos, los había tenido en mi equipo, cuando yo era selecciona­dor de la Catalana (2014 al 2016). Volver allí era una gozada, la ocasión de recuperar cosas que estaban en el olvido. Pero el gusanillo me estuvo revolviend­o el estómago durante la semana. Me veía entrando en el pabellón y poniéndome el karategi. Dormí dos horas, si llega. Como un chiquillo inexperto e ilusionado. –Dando vueltas en la cama... –Intentaba disimular, pero los nervios iban por dentro. Me despertaba y me ponía a pensar, hasta que recuperaba el sueño. La noche no acababa nunca.

Todo salió bien.

Las caderas respondier­on. Josep Puertas compitió con los jóvenes y recogió un bronce. El trofeo quedó en la vitrina de la sala Tatami, en el Club Esportiu Mediterran­i, en Barcelona, que es donde entrena a sus muchachos: hay 17 críos de ocho a doce años a su cargo.

Llibert Teixidó ha tomado la imagen, la que ilustra el texto. Josep Puertas nos contempla mientras los pupilos, a sus espaldas, ejecutan la postura del Kokutsu-Dachi.

–¿Qué es eso? –le pregunto.

–Una técnica de defensa.

Luego acaba la sesión y nos tomamos un cortado en la cafetería del club. La charla se alarga. El cortado se ha enfriado hace un buen rato.

–¿No le duele nada?

–El doctor Jenaro Fernández Valencia (Medifiatc) hizo un buen trabajo. Me dijo: ‘Probemos con estas prótesis (resurfacin­g). Si funcionan, es posible que vuelvas a competir’.

–¿No es lo que dicen todos?

–No lo crea. Otros me dijeron que sólo podría volver a caminar. ‘Pero levantar las piernas y dar patadas, como que no...’. –Menos mal que no escuchó a estos. –Al mes ya venía a dar las clases sobre mis muletas. Me sentaba en una silla y desde allí dirigía a los muchachos. Y al año ya me estaba entrenando a tope.

–¿No le bastaba con volver a caminar? –Algunos se han operado y han dicho: ‘Ahora iré más tranquilo. Nadaré, daré las clases sentado...’. Yo quería mi vida normal. ¿Sin karate? Eso no tiene sentido. –¿Qué le había metido en el karate? Se parte de la risa.

–De niño, yo estaba gordo.

Dice que era un niño gandul. Cuando tenía catorce años, le pedía a su madre que le anotara en la agenda que estaba enfermo, que no podía hacer Educación Física.

–Me cansaba correr, odiaba el plimpton y subir la cuerda...

Llegó a pesar 90 kilos. Es mucho, para su 1,75 m.

–Me sentía mal, así que decidí perder peso. Me llamaban las artes marciales. Leía cómics, veía películas de Bruce Lee y Kung Fu. Seguía La Frontera

Azul.

Trabajaba en la panadería de los padres. Cerca de allí había un gimnasio de karate. Se apuntó y se enganchó. Se pasaba las tardes ahí metido, desde las cinco hasta las diez de la noche. Hacía todas las clases que podía, todo lo que aguantaba el cuerpo.

Se le daba bien. Era inteligent­e en lo deportivo.

–Como Luis Suárez, que está vivo dentro del área, un matador. No sé cómo será en los estudios, pero en el campo...

–¿Y qué más?

–Era un buen anticipado­r. Muy currante. Y tenía más coco que otra cosa. Porque de habilidade­s físicas tampoco iba sobrado, no crea usted.

Se le daba tan bien que se labró una carrera internacio­nal. Recogió tres medallas en Campeonato­s del Mundo, en los años 90. Dos platas y un bronce en la categoría de menos de 65 kilos.

–¿Eso era normal? –Normalment­e, los españoles sacábamos de seis a ocho podios en el Mundial. –¿Ganaba dinero?

–Algo daba la Española por las medallas, pero ese dinero iba para mis padres, que me daban los permisos para viajar: tenían que buscarse un pastelero que me sustituyer­a mientras yo estaba fuera.

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LLIBERT TEIXIDÓ Josep Puertas posa junto a sus alumnos en el Club Esportiu Mediterran­i
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