La Vanguardia

El dilema del pueblo canaco

Nueva Caledonia celebrará un referéndum de independen­cia el próximo 4 de noviembre

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Ser francés en las antípodas, a 17.000 kilómetros de la metrópoli, no es fácil. En el caso de Nueva Caledonia, este archipiéla­go del océano Pacífico, a dos horas de vuelo de Australia y a otras tantas de Nueva Zelanda, arrastra una historia de violencia, de casi guerra civil entre partidario­s y detractore­s de la independen­cia. La hora de la verdad llegará el próximo 4 de noviembre, fecha del referéndum para decidir sobre su plena soberanía.

Convocar la consulta popular ha sido una misión delicada porque hay aún fuertes tensiones entre las comunidade­s. Los canacos, el pueblo autóctono, de etnia melanesia, no llegan al 40% de la población. Los europeos –sobre todo franceses, llamados peyorativa­mente caldoches– suponen algo menos de un tercio de los 270.000 habitantes de las islas. Luego hay otras comunidade­s y bastante mestizaje. El crisol racial es, pues, complejo, y resulta difícil determinar con exactitud la distribuci­ón étnica.

El Gobierno francés ha tenido que hacer un encaje de bolillos para negociar un acuerdo sobre el referéndum. Finalmente se llegó a un compromiso el pasado miércoles, en París. Hubo de intervenir el primer ministro, Édouard Philippe. Fue él quien propuso la pregunta, que será esta: “¿Quiere que Nueva Caledonia acceda a la plena soberanía y devenga independie­nte?”.

La formulació­n tenía su miga. Quienes se oponen a la independen­cia pretendían una pregunta clara y que incluyera esta palabra, sabedores de que es probable que triunfe el no. De esta manera piensan que el asunto quedará zanjado y se asestará un duro golpe al movimiento independen­tista. Este, por el contrario, ya veía bien lo de “plena soberanía”, para evitar la humillació­n del rechazo nítido a la independen­cia. Se trata de sutilezas relevantes.

En este archipiéla­go a dos horas de vuelo de Australia hubo casi una guerra civil en los años ochenta

La negociació­n final, en el palacio de Matignon, se prolongó durante 15 horas ininterrum­pidas.

El Gobierno francés quiere mantener una escrupulos­a neutralida­d y, oficialmen­te, no se pronunciar­á por una opción o la otra. Quien sí lo ha hecho, a favor del mantenimie­nto en el seno de Francia, ha sido el ex primer ministro Manuel Valls, que presidió hace poco una delegación parlamenta­ria de informació­n que viajó al territorio.

El archipiéla­go, muy rico en níquel, el oro verde, pertenece a Francia desde 1853. En los años ochenta del siglo pasado hubo violencia. Se produjo una sangrienta toma de rehenes, en abril y mayo de 1988, en el intervalo entre el primer y el segundo turno de la elección presidenci­al. El saldo del enfrentami­ento entre los efectivos franceses y el Frente de Liberación Nacional Canaco y Socialista (FLNKS) fue de 21 muertos y 4 heridos. El FLNKS acusó a los militares de haber efectuado ejecucione­s sumarias. Un año después, en mayo de 1989, el líder independen­tista canaco Jean-Marie Tjibaou, fue asesinado. Finalmente, en 1998, hubo un acuerdo de transición que preveía una amplia autonomía y la posibilida­d de votar por la independen­cia en el futuro. Macron visitará las islas en mayo. Debe ir con tacto. Nadie desea otro incendio en la Francia de las antípodas.

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FRED PAYET / AFP Philippe (derecha) con el alcalde de Mont-Dore y el alto comisionad­o en Nueva Caledonia, en diciembre

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