La Vanguardia

No te lucrarás con mi cerveza

- GEMMA SAURA

Una cosa es vivir entregado al ora et labora lejos del mundanal ruido y otra muy distinta quedarse impávido mientras otros pretenden lucrarse a tu costa. Una cadena de supermerca­dos neerlandes­a ha tenido que pedir perdón a los monjes de la abadía belga de San Sixto de Westvleter­en, que pusieron el grito en el cielo cuando se enteraron de que había vendido sin permiso su reputada cerveza trapense, elaborada en el monasterio desde 1839. Detalle no menor: cobraron la botella de 33 cl a 9,95 euros, cinco veces su precio. Lo cual, dicho sea de paso, no fue impediment­o para que las 7.200 botellas puestas a la venta el pasado 8 de marzo se agotaran.

La cadena Jan Linders, con tiendas en el sudeste de los Países Bajos, dice que sólo quería agasajar a sus clientes con la cerveza Westvleter­en, una de cuyas variedades ha sido entronizad­a varias veces como la mejor del mundo. Es tan famosa como difícil de conseguir: sólo se vende en la abadía, situada en una zona remota de Flandes Occidental. Antes hay que hacer una reserva telefónica y dar el número de matrícula del coche que a la hora y la fecha fijada irá a recoger un máximo de 48 botellas cada dos meses. “Es cuestión de mucha paciencia y suerte”, advierte la propia web de la abadía. Los monjes se vieron forzados a poner esas estrictas normas hace unos años, cuando su cerveza empezó a liderar los rankings y se desató la locura: “De repente, el mundo entero quería comprarla. Se formaban atascos tremendos, y hablamos de una zona agrícola sin grandes carreteras. Hubo muchas quejas y tuvieron que poner orden”, recuerda Jef van den Steen, uno de los mayores expertos mundiales en cerveza.

Pocos productos encarnan mejor el choque del consumismo capitalist­a y la espiritual­idad de la vida monacal. Parte de la mística que rodea la cerveza trapense reside en su exclusivid­ad. Con una producción anual de 7.000 hectolitro­s, Westvleter­en es la más pequeña de las 11 cervecería­s trapenses en el mundo, que elaboran la bebida en monasterio­s de la orden de la Trapa en obediencia al ora et labora.

“Los monjes sólo producen lo necesario para su sustento y caridad. No persiguen la maximizaci­ón de producción o beneficios”, explica a este diario el portavoz de la abadía. Subraya que venden la cerveza al “precio más bajo posible”. Según el tipo, de 1,45 a 1,87 euros la botella; muy lejos de los 9,95 euros que se embolsó Jan Linders.

“Cualquiera que conozca los valores de la cerveza trapense sabe que lo que hicieron no está bien –lamenta el portavoz–. Que haya grupos de gente traficando con la cerveza y vendiéndol­a con un enorme beneficio daña la credibilid­ad de los monjes y va contra sus normas éticas”.

La empresa asegura que no tuvo beneficio, que la diferencia del precio se debe a la cantidad que tuvo que pagar a intermedia­rios, que no ha querido identifica­r.

Jef van den Steen, buen conocedor de la zona, tiene una teoría: una mafia de jubilados. Como suena. “El súper se hizo con 300 cajas, es decir, 150 compras en la abadía. Eso no se improvisa, hay una organizaci­ón detrás. Lo llamo mafia de Westvleter­en. Quizá no es tan peligrosa como la italiana pero no tienen reparos en ganar un montón de dinero a costa de los monjes –razona– . Estoy convencido de que han obtenido la cerveza a través de asociacion­es de jubilados de la región. Tiene que ser gente con mucho tiempo libre y que viva cerca de la abadía”.

Los monjes están “reevaluand­o el sistema de venta actual para evitar que se repitan abusos”. En internet ya hace tiempo que hay una especie de mercado paralelo y se pueden comprar botellas de Westvleter­en (a precios astronómic­os), pero “eran cantidades pequeñas, nada que ver con lo de esta vez”, dice el portavoz de la abadía. También él ve plausible la tesis de Van den Steen. “Creemos que ha sido gente de la región que, bajo las órdenes de alguien, ha ido acumulando poco a poco la cerveza”.

Los monjes han aceptado las disculpas de Jan Linders y no tomarán acciones legales. Segurament­e otros se lo pensarán dos veces, porque el ardid publicitar­io le ha salido fatal a la empresa: ha logrado muchos titulares, pero todos negativos. Con los monjes de San Sixto de Westvleter­en no se juega.

Un súper solivianta a unos monjes belgas al vender sin permiso su cerveza trapense y a precio de oro

Se sospecha que una ‘mafia de jubilados’ traficó con la bebida, sólo en venta en la abadía

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Furor en Toronto para comprar una edición especial que los monjes hicieron para pagar
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STEVE RUSSELL / GETTY ¡Mía! Furor en Toronto para comprar una edición especial que los monjes hicieron para pagar la restauraci­ón de la abadía
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