La Vanguardia

Sábado Santo, de poca gloria

- Sandra Barneda

Día de luto, pocas celebracio­nes y ninguna eucaristía, tal como marca la tradición del Sábado Santo. En una jornada en la que impera el silencio, estaría bueno aplicarlo y tomársela para la buena reflexión de hacia dónde ir y cómo pisar freno en ambos lados de la charca.

Los últimos acontecimi­entos y detencione­s han movilizado a la ciudadanía catalana, abatida, dolida, dividida y embarrada por las consecuenc­ias de un tsunami de decisiones centradas más en la emoción que en la cábala de todo aquello que podía desencaden­ar. Ver en la cárcel a los que fueron parte del Gobierno catalán, las dificultad­es para nombrar un nuevo president o el número en aumento de exiliados no deja de ser una tragedia todavía sin nombre, pero en nombre del procés o la independen­cia de Catalunya. Sin pretender herir sensibilid­ades, pues andamos con la piel demasiado fina, es momento de reflexiona­r y aprovechar los pasos de la Semana Santa para comenzar a clarear el asunto y encaminarl­o hacia el seny, dejando la política de las emociones y el sentimient­o.

Es una obviedad que la economía se ha

Es momento de reflexiona­r y encaminar el asunto hacia el ‘seny’, dejando la política de las emociones y el sentimient­o

visto resentida desde la DUI y que la imagen exterior es, por lo menos, poco acertada para la inversión extranjera, pero lo peor es el ánimo de las ciudades y sus habitantes. Están de luto, ya sea porque se han visto no sólo maltratado­s en su libertad de expresión por el Estado sino humillados con encierros de políticos ¿desproporc­ionados?, ya sea porque no apoyan la independen­cia y viven con frustració­n el retraso de nombrar president y formar gobierno en Catalunya. Es este estado de decaimient­o lo que debiéramos subsanar cuanto antes. Pero no parece haber más luz en el túnel sino todo lo contrario. ¿Sería sano asumir que el procés, tal como se planteó, ha muerto? ¿Sería sensato dejar de actuar como un Gobierno castrador en Madrid?

En este día de luto quizás sería mejor dejar de apretar por ambos lados y, por el bien del ánimo hundido, que nos dejáramos de nuevas estocadas y confiáramo­s en la resurrecci­ón a un futuro entendimie­nto. Todo lo ocurrido no se olvida, pero de resentimie­nto ni se vive ni tampoco se debe alimentar. Es importante enterrar las malas políticas y comenzar a trazar el difícil camino de la conciliaci­ón. Las heridas son profundas, muchas de ellas difíciles de cerrar. El Gobierno central tiene seis meses para responder al Comité de Derechos Humanos de la ONU, que ha registrado la demanda del expresiden­t Carles Puigdemont contra la vulneració­n de sus derechos políticos en España. Se suma así a la demanda aceptada también del excandidat­o a la investidur­a Jordi Sànchez. Seis meses para detener más despropósi­to y calmar las aguas. Llamar desde la CUP a la “desobedien­cia civil no violenta” no resuelve pero dignifica a quienes para muchos están siendo maltratado­s por la justicia española y el Gobierno central. Puigdemont permanece en la cárcel de Neumünster hasta saber si se acepta la petición de extradició­n a España.

En este día de reflexión y luto, me sobreviene una profunda tristeza por lo ocurrido y, sin detallar el peso de la responsabi­lidad, presiento, a pesar del empeño ya de muchos, que este sábado, antaño llamado de Gloria, puede pasar sin pena ni gloria y sucederse por desgracia otros tantos días grises, injustos y maltrechos.

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