Los tesoros del planeta, vulnerables al cambio climático
El calentamiento amplificará las agresiones al patrimonio mundial, alerta la ONU
El cambio climático se está convirtiendo en un riesgo para la preservación de los tesoros culturales y naturales del planeta. El calentamiento probablemente va a exacerbar los peligros que sufren los sitios catalogados como patrimonio mundial por la Unesco y, a la vez, ocasionará “impactos directos” propios atribuible a este fenómeno. Así lo sostiene el informe de la ONU El patrimonio mundial y el turismo en un clima cambiante.
Hiperfrecuentación, urbanización, polución o la falta de planificación han condicionado la conservación de los sitios de interés. Ahora, la alerta se extiende a la subida del nivel del mar, las altas temperaturas o la mayor frecuencia de sucesos meteorológicos extremos (tormentas o las sequías). Todo ello puede hacer “cambiar rápida y permanentemente o degradar las cualidades que han hecho de los sitios del patrimonio mundial destinos turísticos populares”, se dice. El temor es que esta degradación global les haga perder atractivo.
El turismo está en crecimiento, aporta el 9% del PIB mundial y provee 1 de cada 11 empleos, esgrime el informe. El estudio documenta el impacto climático en sitios singulares como Venecia, Stonehenge (Gran Bretaña), las islas Galápagos (Ecuador), la ciudad portuaria de Cartagena de Indias (Colombia) o el parque nacional de Shiretoko, en Japón.
Las nuevas condiciones climáticas son un reto para el turismo costero en la región del Caribe y una espada de Damocles para la conservación en zonas donde avanza el desierto (como el refugio de Uadi Run, en Jordania) mientras las dunas y arenas están inundando calles y patios repletos de viejos libros y manuscritos en el casco histórico medieval
(ksur) de Chinguetti (Mauritania). También son una dificultad añadida para la conservación de los gorilas en el parque nacional Bwuindi de Uganda, del lago Malaui o de los últimos bosques relictos de cedro en el Líbano, fragmentados y sin espacio para poder cambiar de latitud.
Al menos el 70% de los corales del mundo sufrirán una degradación a largo plazo para el 2030. Garantizar un aceptable nivel de conservación de estas joyas requiere limitar el incremento de temperaturas a un máximo de 1,5ºC respecto a las de la época preindustrial, como se fijó en el acuerdo de París.