La reina de la tribu
Cuando me paro a pensarlo, caigo en la cuenta de que Silvia Querini es la compañera de trabajo más antigua que tengo. De un modo u otro, llevamos colaborando casi veinte años, una eternidad que sin embargo no impide que me acuerde perfectamente del día que llegó a las viejas oficinas de Grijalbo Mondadori, en la calle Aragó. Entraba en la editorial, sin un cometido fijo aparte del de hacer crecer una empresa que se había apalancado en un incómodo tamaño medio. Lo hacía precedida de una fama que la acompañaba en forma de hitos: el medio millón de dólares pagado por una novela sin escribir de Tom Wolfe, la publicación escandalosa de American psycho de Bret Easton Ellis, el éxito que había cosechado con un autor vasco, Bernardo Atxaga, y su novela Obabakoak… Tenía fama de rápida y agresiva, valiente y voraz. Era una editora de la vieja escuela. Hace veinte años, su carrera ya era impresionante. Apenas si la conocía. Me había cruzado con ella en ferias y cócteles, en presentaciones o celebraciones, y sobre todo en alguna subasta editorial. Se acababa de quedar un libro por el que yo suspiraba: The beach, la estupenda novela de Alex Garland que luego se convertiría en película.
Cuando un editor cambia de sello, su primera reacción es intentar reproducir los éxitos de su etapa anterior. Es lógico. Contratamos un tipo concreto de literatura, tenemos preferencia por unos géneros antes que por otros. Por eso mismo su llegada a Grijalbo Mondadori podía haber resultado conflictiva. Sin embargo, fluyó gracias a su amplitud de miras. Lejos de proponer colecciones como las que había trabajado y entrar en conflicto con las que funcionaban en el grupo, Silvia se empleó en descubrir nuevas líneas. Al poco tiempo ponía en marcha tres colecciones distintas: Las Mil y Una Voces, de memorias; Revelaciones, de espiritualidad; y una tercera, GrijalboXL, de tipografía grande, en colaboraciuón con la Once.
Tras la fusión de Grijalbo Mondadori con Random House, Milena Busquets, editora de Lumen, decidió dejar el grupo. ¿Y quién mejor que Querini para hacerse cargo de ese sello emblemático de la edición barcelonesa? Lumen representó volver a publicar ficción, trabajar con los autores clásicos del catálogo, de Juan Marsé a Umberto Eco, al tiempo que sumaba nuevas voces: Alice Munro, por ejemplo, Doris Lessing, Elena Ferrante o Dianne Setterfield y tantos otros éxitos. Incluso Esther Tusquets declaró cuánto le gustaba la nueva línea editorial del sello del que había sido propietaria.
El otro día, comiendo con Querini, le pregunté si tenía algún mal recuerdo de tantos lugares por los que había pasado. Me respondió que recordaba con tristeza el día del cierre de Bruguera, cuando el guardia de seguridad no le permitió entrar a su despacho a por sus cosas; más concretamente, a recoger su cactus.
Que alguien como ella, que ha visto la edición desde tantos lados, como editora y también como docente, que ha sido testigo del devenir de un mundo editorial que apenas si tiene que ver con el de sus comienzos, rescate como su peor recuerdo el no haber podido recuperar el cactus de su oficina creo que da una imagen bastante cabal del ser humano con el que he tenido la fortuna de trabajar tanto tiempo.