La Vanguardia

UN MUSEO NOCTURNO

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Roma no termina en Monti. Para salir hasta la madrugada, ahora hay dos discotecas que dicen que nunca fallan: el Lanificio, para los alternativ­os, en Nomentana, y el Ex Dogana, en San Lorenzo, un control de aduanas en 1900 que se ha convertido en un espacio creativo. Si hay ganas de llegar hasta la parada de metro de Furio Camillo es recomendab­le L’Asino che Vola, un pub con música en directo para los amantes de lo verdadero. Además de en las terrazas de los mejores hoteles, los planes más tranquilos y exclusivos están en el corazón de Prati, el barrio pausado al lado del Vaticano, donde La Zanzara siempre acaba lleno gracias a su oferta de vinos. Sin olvidar el Bar del Fico, un clásico en la plaza Navona. Y cuando llega el buen tiempo, los jóvenes romanos se empiezan a acercar a las orillas del Tíber. Como ocurre en París con el Sena, aquí también se forman grupos y puestos para alargar la noche con música llevada de casa frente a unas vistas inmejorabl­es. Al final, Roma de noche sigue siendo un museo que recorrer andando. No hay nada mejor que volver de uno de los locales a pie para disfrutar de un momento de soledad en una ciudad de día abarrotada por las caravanas de turistas. “Roma siempre es más bonita de noche”, opina una buena amiga catalana que lleva tiempo en la ciudad. Su primer consejo al desembarca­r en Italia fue una parada delante de la Fontana di Trevi de madrugada, cuando han desapareci­do las decenas de personas que la ocupan cada día para tomarse una foto, pero sigue iluminada. Y tenía razón: vale la pena.

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